jueves, 9 de junio de 2016

No hay alimento que no contenga restos de agrotóxicos

Fuente:http://www.elmiercolesdigital.com.ar/eduardo-cerda-no-hay-alimento-que-no-contenga-restos-de-agrotoxicos/



“Tratamos de romper el mito con el que nos formamos los ingenieros agrónomos de que no se puede trabajar sin agroquímicos” - Eduardo Cerdá
Agroecología

Eduardo Cerdá: “No hay alimento que no contenga restos de agrotóxicos”

La carrera de Licenciatura en Salud Ambiental de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de Entre Ríos realizó el miércoles 8 de junio la IV Jornada de Salud Ambiental para conmemorar el Día Mundial del Ambiente. En la plaza Ramírez se desarrollaron diferentes talleres interactivos, muestras y exposiciones de diversas temáticas referentes a salud y ambiente, juegos, títeres y la presentación de una batucada.
A modo de cierre, en el Salón 1º de Mayo del Rectorado de UNER, y organizada de manera conjunta por la Asamblea Ambiental de Concepción del Uruguay y la Campaña Paren de Fumigar las Escuelas, se realizó una conferencia llamada “Agroecología, La agricultura de los próximos años, segura, rentable y a favor de la vida”, a cargo del Ingeniero Agrónomo Eduardo Cerdá, especialista en Agroecología y el Productor Agroecológico Rubén Schlotthauer.

Por MARIO BOTTARLINI

VOLVER A LAS BASES
“Yo les digo a los de Monsanto que vengan con sus agroquímicos a ver si pueden sacar un choclo como estos”, dice mientras muestra la foto de una decena de enormes mazorcas que  asoman dentro de un balde de veinte litros. Quien dice es Rubén Schlottauer, productor agropecuario que hoy se dedica al cultivo orgánico con un programa diseñado por él mismo al que llamó “Remembranzas”, rememorando justamente la manera de trabajar de los campesinos de otros tiempos, conjugando las recetas de la abuela y manuales del INTA con la tecnología actual. Pero la cosa no siempre fue así. Trabajando en una plantación de cítricos, Schlottauer se contaminó con agroquímicos como le podría haber pasado a cualquiera: chupando una naranja. A través de la saliva, los ácidos cítricos contaminados quemaron células de su bulbo raquídeo afectando sus funciones musculares. “De ser un gringo de ciento diez kilos, pasé a pesar ochenta y dos en menos de un mes”, recuerda. Schlottauer perdió peso, trabajo y familia. Protestante de religión, se refugió en la fe. Con el tiempo pudo recuperarse -con algunas secuelas- y decidió volcarse al cultivo agroecológico. Iniciando una nueva vida en la zona rural de Basavilbaso, hoy trabaja mano a mano con su pareja Alicia Schwartzman, también cultora de la agroecología. Tres hectáreas primero, cincuenta hectáreas en la actualidad, Rubén cultiva desde pradera orgánica, hasta zanahorias y duraznos. También cría gallinas ponedoras y pollos parrilleros con los que después elabora escabeches y dulces. Y todo sin una gota de químicos. “Los ambientalistas veníamos luchando desde hace rato, y hoy la ciencia de la salud nos ha dado la razón y comprobó el daño que producen los agroquímicos, y la realidad también nos lo muestra. ¿Quién no tuvo un amigo o un familiar fallecido a causa de cáncer?” Schlottauer también asegura que con la deriva de las pulverizaciones y fumigaciones, la discusión de a cuántos metros de zonas urbanizadas hay que fumigar, es en vano. Un ejemplo cercano es el de algunos egresados de la LSA (Licenciatura en Salud Ambiental) que están trabajando conjuntamente con municipios de la región relevando las concentraciones de los productos que se están usando para fumigar haciendo un mapeo de la deriva y la acumulación de restos de agroquímicos que en el futuro puedan afectar la salud. Y ni siquiera hay que irse al medio de una plantación para seguir encontrando casos. “La gente común va un negocio, lo pide (al glifosato) y lo usa como quiere. Hasta te ofrecen vendértelo ‘más cargadito’ para que mate todos los yuyos del fondo de su casa. Se fracciona y manipula irracionalmente”, se lamenta  Aldo Costa, Lic. en Salud Ambiental y coordinador de la carrera.


ruben-Schlotthauer
Productor Agroecológico Rubén Schlotthauer


OTRA FORMA DE CULTIVAR, OTRA FORMA DE VIVIR
Eduardo Cerdá es ingeniero agrónomo, vicepresidente del Centro de Graduados de la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Plata, dirigente del Banco Creedicop y asesor privado en agroecología, trabajando con productores y municipios preocupados por la peligrosa cercanía de las fumigaciones. “Tratamos de romper el mito con el que nos formamos los ingenieros agrónomos de que no se puede trabajar sin agroquímicos”. Cerdá asegura que el problema es de base. En casi todas las facultades del país se enseña  sólo un modelo de agronomía. “Incluso la de La Plata, a sus ciento treinta años recién hace trece que los alumnos deben cursar obligatoriamente la cátedra Agroecología para poder recibirse”, puntualiza. En febrero de este año la Organización Mundial de la Salud a través de la FAO (Food and Agriculture Organization- Organización de Alimentos y Agricultura) eligió 52 establecimientos agropecuarios agroecológicos que consideraron exitosos, uno de ellos asesorado por Cerdá desde hace veinticinco años. “Se cree erróneamente que la agroecología es para una huerta o campos chicos. Esta experiencia premiada son 650 hectáreas”. Actualmente está asesorando un campo de 2.500 hectáreas en Gualeguaychú, y en la Provincia de Buenos Aires un total de 12.500 hectáreas. “Si los rendimientos son parecidos y los costos son menores, es un trato que nos beneficia a todos y sin manipular productos que cada vez demuestran mayor toxicidad especialmente con todo lo referido a las enfermedades crónicas que van desde alergias, hasta autismo y cáncer”.

TRABAJO EN RED
En Rojas, Provincia de Buenos Aires, se juntaron representantes de municipios de todo el país y asambleístas con el fin de conformar una Red Nacional Para Fomentar la Agroecología (RENAMA).
“Vamos caminando con los que quieren. Con el paso de los años y con el uso cada vez mayor de agroquímicos, los productores han caído en la cuenta de que no siempre los rindes van acompañados en la medida del aumento de los costos de producción. Hoy las mejores bodegas de Argentina y Chile son biodinámicas, el mejor café de Perú es biodinámico, el mejor chocolate de Ecuador es biodinámico. Los productos están muy valorizados; tienen sabor, están identificados con lo que son y no tienen residuos tóxicos en su composición”.
Finalizando su exposición, Schlottauer muestra gráficos en un Powerpoint, saca cuentas, se entusiasma él mismo y entusiasma al público. “Esto es re-di-tua-ble” -silabea- “Se puede vivir de esto, y de paso dejarle un mejor mundo a nuestros hijos”. De fondo, la foto de un campesino de rodillas en la tierra arada agradeciendo el cielo da fe de ello.