FORO AMBIENTALISTA SANTIAGO
"Declarado de interes legislativo por la Honorable Cámara de Diputados de Santiago de Estero". Sala de sesiones 28 de Agosto de 2007.-
Toda persona que comparta la inquietud de cuidar la casa de todos, nuestra filosofía y método, es bienvenida a sumar su participación.
"En Santiago del Estero, más concretamente en Quimil, al noreste de la provincia, un avión amarillo termina de
realizar la tercera pasada sobre el campo de girasoles que rodea a una casa baja y rosada sobre la que cuelga un cartel que dice: Escuela 146 La Pampa. Las 110 familias que viven en la zona se cansaron de denunciar las fumigaciones. Afirman que se les secaron los árboles frutales y que sus chicos terminan con los ojos irritados, pero nadie parece escucharlos."
Actualidad
El uso del glifosato cerca de ciudades y pueblos de todo el país produce enfermedades incurables y malformaciones en niños y adultos
No hay control sobre los pesticidas
14.07.2013 | Los médicos que ejercen su profesión en zonas rurales lo ratifican: crecen los casos de cáncer y deformaciones debido a las fumigaciones con agroquímicos. Por su parte, el Ministerio de Salud elaboró un informe que también confirma que en las poblaciones expuestas a estos productos tóxicos hay un 30 por ciento más de gente afectada con tumores que en las que no lo están.
Médicos que ejercen su profesión en diferentes provincias del país reportaron, durante un encuentro realizado en Rosario en 2011, los datos acerca de la “acumulación de nuevos casos de malformaciones congénitas y cáncer” en pueblos y regiones agrarias fumigadas con agroquímicos.
Los profesionales de la salud destacaron el aumento de enfermedades de este tipo en Chaco, Santa Fe, Tucumán, Córdoba y Misiones, y expresaron “mucha preocupación por la irresponsabilidad del uso continuo” de glifosato para fumigar vías férreas en lugares poblados del Gran Buenos Aires.
Las conclusiones surgieron del primer Congreso Latinoamericano de Salud Socio Ambiental y del segundo Encuentro Nacional de Médicos de Pueblos Fumigados, organizado por la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario. “Los agrotóxicos nos están enfermando, por lo menos hay que restringir su uso aéreo y alrededor de los pueblos”, explicó el pediatra Medardo Avila Vázquez, de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados de la Universidad Nacional de Córdoba.
En las disertaciones, más de 350 asistentes presentaron, a nivel científico, “evidencias y nuevos descubrimientos sobre los mecanismos”de que las sustancias químicas utilizadas en la agricultura “generan enfermedad en los humanos”.
En ese ámbito, reclamaron la implementación de resguardos públicos para evitar o disminuir la contaminación. Al respecto, pidieron que sean prohibidas las fumigaciones aéreas, alejar las aspersiones terrestres de las cercanías de los pueblos y reclasificar los agrotóxicos con criterios sanitarios.
El médico Alejandro Oliva resaltó que en el sur de Santa Fe la exposición de los agrotóxicos disminuye las capacidades sexuales y reproductivas en los varones, datos que fueron publicados en revistas científicas internacionales.
El aumento del monocultivo de soja ha dado como resultado un uso excesivo de agroquímicos, especialmente del herbicida conocido como glifosato. De acuerdo a estudios de varios organismos e instituciones, este producto es peligroso y dañino para la salud, y durante años ha estado rociándose desde avionetas en zonas aledañas a pueblos. EN CHACO
En la provincia del Chaco, vecinos de Paraje Buena Vista de la zona de General San Martín, denunciaron que el 26 de enero se realizaron nuevas fumigaciones ilegales con agroquímicos a menos de cien metros de sus viviendas y en cercanías de la escuela EFA Nº 141.
Los vecinos recordaron que las fumigaciones ya habían sido denunciadas en diciembre de 2012 y durante enero de 2013, situación que motivó la presencia en el lugar de funcionarios de la Dirección de Calidad Ambiental del Gobierno provincial, el 17 de enero último.
Los pobladores de Paraje Buena Vista, a través de la Red de Salud Popular ‘Dr. Ramón Carrillo’, reclamaron la urgente intervención de las autoridades del Ministerio de Planificación y Ambiente del Chaco para evitar mayores daños a la salud de la población.
"Riesgo inminente de óbito’’, dice el último parte médico de Gonzalo, eufemismo que indicaba que el bebé, con dos meses y 27 días, podía morir en cualquier momento. En su diagnóstico se puede leer ‘malformación craneoencefálica’.
Las estadísticas dirán más tarde que es uno de los siete entre mil casos que nacen así, pero su padre, Pedro Mores, cree otra cosa. El pequeño Gonzalo se gestó en uno de los tantos pueblos chaqueños expuestos a las fumigaciones con agroquímicos. La familia Mores vive en el límite de las provincias de Chaco y Santiago del Estero.
"Por ahí andan fumigando constantemente con los aviones y con los tractores que llaman ‘mosquitos’ -cuenta Pedro-. En el pueblo hay más casos como el de Gonzalo, unos cuatro, y es un lugar chico de unos siete mil habitantes’’.
Un informe del Ministerio de Salud de mayo de 2012 confirma su sospecha. En las poblaciones expuestas a los agroquímicos hay un 30 por ciento más de casos de cáncer que en las que no lo están. Aun así, las denuncias sobre los efectos de los agroquímicos, utilizados en la explotación de cosechas de alta rentabilidad, suelen perderse entre la polémica.
Las grandes empresas niegan los efectos tóxicos de las sustancias y piden el ‘uso responsable’ de lo que la gente del campo llama, sin rodeos, ‘venenos’. SIN CONTROL
En el año 2012, una investigación realizada por la Auditoría General de la Nación (AGN) detectó graves falencias en el control de la aplicación de agroquímicos por parte del Senasa. En un informe que sus propios autores caracterizaron como ‘lapidario’ se afirma que el ente no puede cumplir con sus atribuciones.
Según el informe elaborado por la Auditoría, los cultivos transgénicos sujetos a fumigación sistemática cubren 22 millones de hectáreas en la Argentina, donde habitan alrededor de 12 millones de personas.
Sin embargo, la Comisión creada para prevenir daños en la salud de la población afectada por agroquímicos no trabaja desde el año 2010. Tampoco se realizan las evaluaciones pertinentes para determinar la peligrosidad de los productos autorizados.
El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) es el organismo encargado de registrar y autorizar los agroquímicos utilizados en la actividad agropecuaria. Así, el ente se ocupa de clasificar los plaguicidas según su toxicidad y lleva registros de las empresas productoras y aplicadoras de los mismos.
"Nada de esto está cumplimentado de acuerdo a lo que debería ser; el organismo no cumple eficiente ni eficazmente con su obligación de autorizar y con su obligación de registrar y tampoco cumple debidamente con los análisis de las muestras de los agroquímicos”, afirmó el auditor general Vicente Brusca en base a una investigación que analizó el trabajo del organismo nacional entre 2008 y 2011.
En tanto, la Comisión Nacional de Investigación sobre Agroquímicos (CNIA) fue creada por decreto presidencial en 2009 para dar respuesta a los reclamos de pueblos afectados por fumigaciones -especialmente las Madres de barrio Ituzaingó Anexo (ver recuadro)- así como ante la información que en los últimos años se ha producido sobre esta problemática desde diversas instituciones y organizaciones.
Sin embargo, según lo auditado, “no se tuvo evidencia de avances de la CNIA posteriores a 2010”. Al respecto, la investigación realizada explica que se conformaron tres grupos de trabajo entre la comisión mencionada y direcciones del Senasa. En base a esta situación, los miembros de la Auditoría General de la Nación concluyen: “No se han extremado las medidas de control en la aplicación de los agroquímicos para garantizar el buen uso de los mismos y que no afecten a los habitantes de las zonas colindantes a los cultivos”. GENERACIONES
Las investigaciones médicas señalan que el daño más intenso del glifosato se manifestará en los hijos de quienes viven en zonas cultivadas.
Sin embargo, la Justicia sólo actúa sobre el presente. El glifosato es un veneno bioacumulativo‘‘que cuando ingresa en un ser vivo se transmite de generación en generación”, asegura la abogada santafesina Graciela Gómez, quien ha presentado varias denuncias judiciales de víctimas del uso de los agrotóxicos.
“Una persona no lo podrá padecer pero sus hijos tal vez sí; al ser bioacumulativo en algún momento la enfermedad estalla, por la suma de pequeñas fumigaciones”, agrega.
Con la introducción de los agrotóxicos en los ámbitos rurales durante las últimas décadas, han surgido los reclamos por malformaciones, enfermedades incurables, muertes de niños y abortos espontáneos.
Sin embargo, los fallos obtenidos tienen corto alcance. “Toda nuestra legislación se basa en analizar las fumigaciones cuando mata automáticamente, pero desconoce el envenenamiento masivo en pequeñas dosis”, explica Gómez. MISIONES
En la provincia de Misiones, las malformaciones por contacto con agrotóxicos superan diez veces la media: “El 87% de los casos se registra en personas que habitan en zonas rurales y que interactúan con plaguicidas”, afirma el Jefe de Cirugía de Pediatría del Hospital de Posadas, Hugo Gómez Demaio.
“La malformación se detecta ya a partir de la cuarta semana de gestación”, señala el doctor, mientras explica que esa patología es producida por ‘mielomeningoceles’, que impide el normal cerramiento del tubo neural, que está a la altura del cerebro y de la médula espinal del bebé en gestación.
“En el Hospital Garrahan, ante un cuadro de leucemia, los médicos consultan si ese chico vive en zona de cultivos”, cuenta la abogada Gómez.
En diferentes casos se ha demostrado la existencia de casos de cáncer con pacientes que no habían estado expuestos directamente a los agroquímicos, pero sí lo habían sido sus padres o sus abuelos.
“Eso se produce cuando el químico impacta en la trama genética y se va reproduciendo de generación en generación. O bien pasa a través del útero de la madre”, afirma el doctor Alejandro Oliva, andrólogo de Rosario.
Las pruebas que la doctora Gómez recolectó junto a su equipo llegaron a tribunales europeos y estadounidenses.
“En la Argentina se fumiga a cualquier distancia, sobre escuelas rurales, cursos de agua, animales y humanos de forma criminal y aérea cuando la Directiva 2009/128/CE del Parlamento Europeo y del Consejo prohibió esas prácticas el 21 de octubre de 2009”, asegura Gómez en los textos que envió al exterior.
En Santiago del Estero, más concretamente en Quimil, al noreste de la provincia, un avión amarillo termina de realizar la tercera pasada sobre el campo de girasoles que rodea a una casa baja y rosada sobre la que cuelga un cartel que dice: Escuela 146 La Pampa. Las 110 familias que viven en la zona se cansaron de denunciar las fumigaciones. Afirman que se les secaron los árboles frutales y que sus chicos terminan con los ojos irritados, pero nadie parece escucharlos.
El boom de la soja en la Argentina, el principal producto de exportación del país,
está relacionado con el uso de semillas transgénicas. La mala aplicación de herbicidas y pesticidas trae consecuencias sobre algunos sectores de la población rural
El peón de campo Fabián Tomasi no estaba entrenado para usar pesticidas. Tenía que llenar los tanques de los rociadores lo más rápido posible para que siguiesen fumigando, lo que frecuentemente implicaba ducharse en sustancias tóxicas. Hoy, a los 47 años, es un esqueleto en vida y le cuesta salir de su vivienda en la provincia de Entre Ríos.
La maestra de escuela Andrea Druetta vive en la provincia de Santa Fe, corazón de la zona deproducción de soja argentina y donde está prohibido rociar agroquímicos a menos de 500 metros de las zonas pobladas. Pero se siembra y fumiga soja a 30 metros de su casa y sus hijos fueron rociados con veneno mientras nadaban en su piscina.
Luego del fallecimiento de su bebé recién nacido por una falla renal, Sofía Gatica hizo una denuncia que dio lugar a la primera condena que hubo en Argentina por el uso ilegal de sustancias agroquímicas. El veredicto del año pasado, no obstante, llegó demasiado tarde para sus 5.300 vecinos de Ituzaingó Anexo. Un estudio del Gobierno encontró niveles alarmantes de contaminación agroquímica en la tierra y en su agua potable, y un 80% de los niños examinados tenía rastros de pesticidas en su sangre.
La biotecnología estadounidense hizo de Argentina el tercer productor mundial de grano de soja, pero el uso de las sustancias químicas que potenciaron ese boom van más allá de los campos de soja, algodón y maíz.
The Associated Pressdocumentó decenas de casos en provincias agricultoras donde se emplean sustancias tóxicas en maneras que no fueron previstas por las regulaciones señaladas por la ciencia o que estuvieran específicamente prohibidas por la ley, y en un contexto de pocos controles estatal. El viento arrastra los tóxicos, que quedan esparcidos en escuelas y viviendas al tiempo que han contaminado fuentes de agua. Los peones del campo manipulan las sustancias sin el equipo protector necesario y la gente almacena agua en contenedores de pesticidas que deberían haber sido destruidos.
Ahora los médicos advierten que el uso descontrolado de pesticidas puede ser la causa de crecientes problemas de salud que vienen experimentando los 12 millones de personas que viven en la vasta región agrícola de Argentina.
En Santa Fe, las tasas de cáncer son entre dos y cuatro veces más altas que el promedionacional. En el Chaco, los defectos de nacimiento se cuadruplicaron desde que el uso de esta biotecnología aplicada al campo se disparara hace 17 años.
"El cambio en la forma de producir, francamente ha cambiado el perfil de enfermedades", dijo Medardo Ávila Vásquez, pediatra y cofundador de Médicos de Pueblos Fumigados, parte de un creciente movimiento que exige la aplicación de normas seguras en la agricultura. "Nos hizo perder una población bastante sana. Ahora vemos una población con altas tasas de cáncer, niños que nacen con malformaciones y enfermedades que eran muy infrecuentes".
Una nación que supo ser conocida por su ganado alimentado con pasto ha sido transformada, desde 1996, cuando la empresa Monsanto, con sede en Saint Louis, Missouri, convenció a Argentina de que la adopción de sus semillas y sustancias químicas patentadas aumentaría las cosechas y reduciría el uso de pesticidas. Hoy, toda la cosecha de soja y casi toda la producción de maíz y algodón están modificadas genéticamente. Las áreas de cultivo de soja se triplicaron y ahora abarcan 19 millones de hectáreas.
El uso de los pesticidas bajó al principio, pero luego repuntó y se multiplicó por nueve. De los 34 millones de litros de 1990 se pasó a casi 317 millones en la actualidad, a medida que los agricultores aumentaban sus cultivos, hasta un máximo de tres cosechas al año, mientras las pestes se hacían más resistentes a las sustancias.
En general, los agricultores argentinos aplican un estimado de 4,3 libras de agroquímicos por hectárea, más del doble de lo que usan los estadounidenses, de acuerdo con un análisis de la AP de datos del Gobierno y de la industria de los pesticidas.
El glifosato, componente clave de los pesticidas Roundup de Monsanto, es una de las sustancias químicas más usadas y menos tóxicas del mundo para eliminar la maleza. Es segura si se aplica debidamente, según muchas agencias reguladoras, incluidas las de Estados Unidos y Europa.
El pasado primero de mayo, la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidosaumentó el nivel aceptable de residuos de glifosato en alimentos tras llegar a la conclusión, basada en estudios presentados por la empresa, de que "hay una certeza razonable de que no causará perjuicios en la población en general ni en los bebés y niños por su exposición acumulada".
Argentina adoptó el modelo de Monsanto, pero la aplicación de las normas de seguridad varía, ya que en la regulación de la agricultura priman las 23 provincias, que tienen distintas normativas. El rociado está prohibido a menos de tres kilómetros de las zonas pobladas en algunas provincias, pero es permitido a 50 metros en otras. Un tercio de las entidades territoriales no prevén límite alguno y la mayoría no tiene políticas detalladas de cumplimiento de las normas.
Una ley nacional obliga a quienes aplican sustancias químicas que puedan amenazar la salud a adoptar "medidas eficaces para impedir la generalizada degradación del ambiente, sin importar costos o consecuencias". Pero la ley nunca se aplicó a la agricultura, según comprobó laAuditoría General de la Nación el año pasado.
En respuesta a numerosas denuncias, la presidente Cristina Fernández de Kirchner creó, en 2009, una comisión para que investigara a fondo la aspersión de agroquímicos. Esa comisión hizo público un informe de avance en septiembre del mismo año que dice que "es necesaria la ejecución sostenida en el tiempo de controles sistemáticos de concentraciones del herbicida y compuestos de degradación, como de estudios exhaustivos de laboratorio y de campo, que involucren a los formulados que contengan glifosato, como así también su(s) interacción(es) con otros agroquímicos, bajo las condiciones actuales de uso en nuestro país". La comisión, sin embargo, no se ha reunido desde 2010, según la Auditoría General.
Funcionarios del Gobierno insisten en que el problema no es la falta de investigación, sino la mala información que recibe la población.
"He leído infinidad de documentos, encuestas, videos en contra de la biotecnología, artículos en medios, en los universidades, tanto en Argentina como en Gran Bretaña, y realmente quienes leen todo esto se encuentran en una ensalada (se marean) y terminamos confundidos", dijo el ministro de Agricultura, Lorenzo Basso. "Creo que tenemos que repartir el compromiso de Argentina como productor de alimentos. Si no nos posicionamos en este principio, empezamos a cuestionar cuál es el modelo argentino".
En una declaración escrita, Monsanto dijo que "no aprueba el mal uso que se haga de los pesticidas o la violación de cualquier ley sobre el uso de plaguicidas, reglamentos o decisiones judiciales" que al respecto se hayan promulgado.
"Monsanto toma muy en serio la administración de los productos y nos comunicamos regularmente con nuestros clientes con respecto al uso adecuado de nuestros productos", dijo a la AP Thomas Helscher, vocero de Monsanto.
Modelo Monsanto
Argentina fue uno de los primeros países en adoptar el nuevo modelo de la agricultura biotecnológica promovido por Monsanto y otras empresas agrícolas estadounidenses.
En lugar de rotar la tierra abonada y rociarla de pesticidas, para luego esperar que las sustancias tóxicas se dispersen antes de plantar, los agricultoras hacen la "siembra directa" y luego rocían la zona sin dañar las cosechas que han sido modificadas genéticamente para que puedan tolerar determinadas sustancias químicas.
La siembra directa requiere mucho menos tiempo y dinero y permite al agricultor hacer más cosechas y cultivar incluso en tierras que antes eran consideradas poco rentables.
Las pestes, no obstante, se hacen resistentes de manera más rápida, sobre todo cuando se aplican las mismas sustancias químicas a cultivos modificados genéticamente en gran escala.
Por eso es que los agricultores usan glifosato, considerado uno de los herbicidas más seguros del mundo, en concentraciones cada vez más altas y lo mezclan con sustancias mucho más tóxicas, como la 2,4,D, empleada por los militares estadounidenses en lo que se bautizó como el "Agente Naranja" para deforestar las selvas durante la guerra de Vietnam.
En 2006, una división del Ministerio de Agricultura argentino recomendó que las etiquetas advirtieran que el uso de mezclas de glifosato y sustancias más tóxicas debe limitarse a "áreas agrícolas, alejadas de viviendas y centros poblados". Pero la recomendación fue ignorada, según la investigación de la Auditoria General.
El Gobierno cita investigaciones de la industria avaladas por la autoridad ambiental estadounidense, que el primero de mayo dijo que "no hay indicios de que el glifosato sea un químico neurotóxico y no hay necesidad de hacer un estudio" al respecto.
El biólogo molecular Andrés Carrasco, de la Universidad de Buenos Aires, dice que los cócteles químicos son alarmantes, pero que el glifosato por sí solo puede generar trastornos a la salud de los humanos. Comprobó que la inyección de dosis muy bajas de glifosato en embriones de ranas y pollos puede alterar los niveles de ácido retinoico, lo que causa defectos en la columna similares a los que médicos detectan cada vez más en comunidades humanas donde se usan agroquímicos.
El ácido, una especie de vitamina A, es fundamental para combatir el cáncer y desencadenar expresiones genéticas, el proceso por el cual las células embrión se transforman en órganos y miembros.
"Si es posible reproducirlo en el laboratorio, seguramente lo que está pasando en el campo es mucho peor", dijo Carrasco. "Y si es mucho peor, y sospechamos que es, lo que tenemos que hacer es ponerlo bajo una lupa".
Sus hallazgos, publicados en la revista Chemical Research in Toxicology en 2010, fueron rechazados por Monsanto, que dijo que "no sorprenden dada la metodología y los escenarios de exposición irreales".
Monsanto sostuvo, en respuesta a las preguntas de la AP, que los análisis de la seguridad de los químicos deben hacerse únicamente en animales vivos y que la inyección de embriones "es menos confiable y menos relevante en la evaluación de los riesgos para los humanos".
"El glifosato es menos tóxico que el repelente que pones en la piel de los chicos", dijo Pablo Vaquero, vicepresidente de Monsanto en Argentina y director de asuntos corporativos de la empresa en el Cono Sur. "Dicho esto, habría que tener una hojita de responsabilidad en el buen uso de productos, porque de ninguna manera pondría repelente en la boca de los chicos, y ningún aplicador ambiental debería utilizar un mosquito o un avión fumigador sin darse cuenta de las condiciones ambientales y las amenazas que hay a partir del uso del producto". En los campos, las advertencias son vastamente ignoradas.
Durante tres años Tomasi estuvo expuesto cotidianamente a los químicos al llenar de pesticidas los tanques que se usan para rociar los cultivos. Ahora está al borde de la muerte, víctima de una polineuropatía, una enfermedad neurológica que lo tiene sin fuerza, marchito.
"Preparaba millones de litros veneno sin ningún tipo de protección, como guantes, máscaras o vestimenta especial", dijo. "No sabía nada de esto. Aprendí después de hacer contacto con científicos. Los venenos vienen en bidones, son líquidos concentrados con un montón de precauciones que tomar al momento de aplicarlo". Pero "nadie toma precauciones".
La soja se vende a 500 dólares la tonelada y los agricultores la plantan donde pueden, ignorando a menudo las recomendaciones de Monsanto y las restricciones establecidas en las leyes de las provincias, pues rocían sin avisar a la población, incluso cuando soplan vientos.
En Entre Ríos, los maestros dijeron que no se respeta el límite establecido de no rociar a menos de 50 metros en 18 escuelas y que 11 de esos campos de cultivo fueron fumigados en plena clase. Cinco maestros hicieron denuncias a la policía este año.
La maestra Druetta denunció en Santa Fe que algunos estudiantes se desmayaron cuando los pesticidas entraron a las aulas y que el agua potable de su pueblo de Alvear está contaminada. Dice que la escuela carece de agua purificada y que un vecino mantiene congelados cuerpos de conejos y pájaros que cayeron muertos tras la aspersión con la esperanza de que alguien los estudie.
En la provincia de Buenos Aires está prohibido cargar o preparar equipos para fumigar en áreas pobladas, pero en pueblos como Rawson se rociaron los tóxicos al otro lado de la calle, donde hay viviendas y una escuela, y las sustancias tóxicas que se desbordan fueron a parar a una zanja.
Félix San Román dice que cuando se quejó de las nubes de sustancias químicas que llegan a su casa, los rociadores le dieron una golpiza que rompió su columna y algunos dientes. Afirmó que hizo una denuncia en 2011, que fue ignorada.
"Este es un pueblo chiquito donde nadie se enfrenta con nadie y las autoridades hacen la vista gorda", dijo San Román. "Sólo quiero que se aplique la ley existente, que dice que no se puede hacer esto adentro (a menos de) 1.500 metros. Nadie la respeta".
A veces hasta las órdenes judiciales son ignoradas. En enero, el activista Oscar di Vincensi se plantó frente a un tractor en un campo aledaño a una casa, mostrando un papel con un fallo que impide rociar a menos de 1.000 metros de las viviendas en su pueblo, llamado Alberti. El conductor del tractor lo ignoró y lo roció de pesticida.
El riesgo en la salud
El doctor Damian Verzenassi, director del programa de Medio Ambiente y Salud de la facultad de medicina de la Universidad Nacional de Rosario, decidió tratar de averiguar el motivo de un aumento en los casos de cáncer, defectos de nacimiento y pérdidas de bebés durante el embarazo en los hospitales de Argentina.
"No fuimos a encontrar problemas de agroquímicos", dijo el médico. "Fuimos a averiguar qué estaba pasando con la gente".
Desde 2010, hizo un estudio epidemiológico casa por casa que incluyó a 65.000 personas en la provincia de Santa Fe y comprobó que las tasas de cáncer son entre dos y cuatro veces el promedio nacional, incluidos el cáncer de pecho, de próstata y de pulmón. También se comprobaron altos índices de trastornos en la tiroides y de problemas respiratorios crónicos.
"Puede estar vinculado con los agrotóxicos", dijo Verzenassi. "Hacen los análisis de toxicidad sobre el primer ingrediente, pero nunca han estudiado las interacciones entre todos los químicos que están aplicando.
La médica María del Carmen Seveso, quien dirige desde hace 33 años las unidades de terapia intensiva y comisiones de ética en hospitales del Chaco, se alarmó al ver que, según certificados de nacimiento, los defectos congénitos de los bebés se habían cuadruplicado, de 19,1 a 85,3 por cada 10.000 nacimientos, desde que se aprobó la siembra de cultivos modificados genéticamente hace una década.
Empeñada en hallar las causas, Seveso y su equipo médico encuestó a 2.051 personas en seis pueblos del Chaco. Comprobó que hay más enfermedades y defectos en los pueblos agrícolas que en pueblos ganaderos. En Avia Terai, el 31% de los consultados dijo tener un familiar que contrajo cáncer en la última década, comparado con el 3% del vecino pueblo ganadero de Charadai.
Al visitar estos poblados rodeados por cultivos, la AP encontró rastros de sustancias químicas en sitios donde se supone que no deberían estar.
Claudia Sariski, cuya casa no tiene agua, dice que no deja que sus mellizas beban el agua almacenada en contenedores donde hubo sustancias químicas que tiene en el patio trasero. Pero sus pollos lo hacen, y ella usa esa agua para lavar la ropa.
"Preparan las semillas y el veneno en sus casas. No se ha tomado conciencia de lo que están haciendo", dijo la agrimensora Katherina Pardo. "Es muy común, tanto en Avia Terai como en pueblos vecinos, que usen los recipientes usados para abastecer de agua la casa. Como no hay agua potable, la gente los usa igual. Son gente muy práctica".
El estudio detectó enfermedades que, según la médica Seveso, antes no eran comunes, como defectos de nacimiento, deformaciones del cerebro, médulas espinales expuestas, ceguera o sordera, lesiones neurológicas, infertilidad y problemas inusuales en la piel.
Aixa Cano, una niña de cinco años, tiene verrugas peludas en todo el cuerpo. Su vecina Camila Verón, de dos años, nació con varios defectos. Los médicos les dijeron a las madres que los agroquímicos podrían ser responsables.
"Me dijeron que fue lo que tomaba, que está en el agua porque tiran mucho veneno acá cerca", dijo la madre de Camila, Silvia Achaval, señalando hacia su hija. "Los que dicen que tirar veneno no tiene efecto... no sé qué sentido tiene, porque allí tiene la prueba".
Es casi imposible demostrar que la exposición a una sustancia química específica puede haber causado el cáncer o defectos de nacimiento en una persona. Pero, al igual que otros médicos, Seveso dice que los resultados en Chaco hacen necesaria una rigurosa investigación del Gobierno.
Su informe de 68 páginas, sin embargo, fue archivado por un año en el Ministerio de Salud del Chaco. Finalmente, se filtró una copia, que fue distribuida por internet. "Hay cosas de las que no se habla, cosas que no se escuchan", dijo Seveso. Los científicos dicen que sólo estudios más amplios, a largo plazo, pueden descartar a los agroquímicos como causantes de estas enfermedades.
"Es por ello que hacemos estudios epidemiológicos de males cardíacos, problemas con el cigarrillo y todo tipo de cosas", dijo Doug Gurian-Sherman, ex regulador de la Agencia de Protección Ambiental estadounidense que ahora colabora con la Union of Concerned Scientists. "Si tienes indicios que revelan graves problemas de salud, no esperas hasta tener pruebas absolutas para tomar medidas".
Estos días, la prensa no deja de explayarse a bombo y platillo sobre una carta abierta investida de una autoridad aplastante: está firmada por un centenar de Premios Nobel. Y si hace correr tanta tinta es que la gravedad del mensaje que transmite es proporcional al prestigio de los firmantes. Según estos, la organización Greenpeace es, ni más ni menos, culpable de “crimen contra la humanidad”.
La historia es simple como un mensaje publicitario. Greenpeace se opone a los organismos genéticamente modificados (OGM) y, en particular, al “arroz dorado”,un arroz transgénico que se supone capaz de aportar una dosis adicional de vitamina A. Ahora bien, según afirman los firmantes de la carta, en los países del Sur las carencias de vitamina A hacen que todos los años hasta medio millón de jóvenes pierdan la visión o incluso mueran. Por tanto, Greenpeace es responsable de la muerte de esos niños.
“Llamamos a los gobiernos del mundo a rechazar la campaña de Greenpeace contra el arroz dorado, en particular, y contra los cultivos y alimentos mejorados gracias a las biotecnologías en general”, escriben los nobeles. “Y a que hagan todo lo posible por oponerse a las acciones de Greenpeace y a acelerar el acceso de los agricultores a todos los instrumentos de la biología moderna, especialmente a las semillas mejoradas mediante las biotecnologías.” La conclusión cae como una condena terrible: “¿Cuántos pobres tienen que morir antes de que consideremos esto un crimen contra la humanidad?” Amalgama
Estas pocas frases encadenadas forman una especie de juego de trile mental que conviene desmenuzar. En primer lugar, dan a entender que Greenpeace es culpable de bloquear la comercialización del arroz dorado, siendo por tanto responsable de la muerte de centenares de miles de “pobres”; acto seguido, crean una amalgama entre biotecnologías y acción humanitaria, favoreciendo la idea de que la función principal de los OGM consiste en salvar vidas. Todo esto es falso.
Es cierto que Greenpeace critica desde hace tiempo y de forma vehemente los intentos del International Rice Research Institute (IRRI) –la organización no lucrativa con base en Filipinas que se encarga de trabajar sobre las variedades del arroz– de desarrollar el arroz dorado. La asociación ecologista considera que este desvía la atención del verdadero problema (la pobreza y el acceso a una alimentación diversa), que fracasará, que su inocuidad no está demostrada, que abrirá la puerta a los OGM comerciales, etc.
Cabe pensar que esta postura muestra la cara más dogmática y más oscura de la ONG: si la difusión de esta tecnología permitiera, aunque solo fuera hasta cierto punto, mejorar el estado de salud de millones de personas, ¿por qué no intentarlo? Sin embargo, para intentarlo haría falta que el arroz dorado estuviera disponible… pero no lo está. “A pesar de lo que han hecho creer a estos galardonados con el Premio Nobel, el arroz dorado no está ni nunca ha estado bloqueado por la oposición pública o por Greenpeace”, explica el antropólogo Glen Stone, profesor de la Universidad Washington de Saint-Louis, en EE UU, quien ha dirigido durante cuatro años un programa de investigación sobre el cultivo del arroz en Filipinas. “Ocurre simplemente que el arroz dorado todavía no está a punto.”
El IRRI, en colaboración con el Instituto de Investigación Filipino sobre el Arroz, llevó a cabo un ensayo en varias parcelas, en 2012 y 2013, pero el arroz dorado “tuvo rendimientos inferiores a la misma variedad desprovista del transgén”, señala Stone. Por consiguiente, los dos institutos todavía no han propuesto el famoso golden rice a las autoridades para su homologación.
En cuanto a la destrucción de una parcela experimental en 2013 (por activistas locales), añade Stone, “se produjo una vez concluido el ensayo y no ha afectado más que a una pequeña parcela de pruebas entre las decenas que hay”. Greenpeace formula por tanto críticas contra los OGM con argumentos que a veces rompen con el consenso científico, pero no es en modo alguno responsable de que no se recurra al arroz dorado.
“Esta historia parece más bien una manipulación de la opinión pública utilizando a científicos que no están informados de los hechos en cuestión”, concluye el profesor estadounidense con respecto a la carta de los Premios Nobel. El matemático Philip Stark (Universidad de California, en Berkeley) ha contado a su vez, entre ellos, a “un Nobel de la Paz, 8 economistas, 24 físicos, 33 químicos y 41 médicos”. “La ciencia se basa en pruebas, no en la autoridad”, ha añadido en Twitter. “¿Qué saben de agricultura?¿Han realizado trabajos pertinentes sobre el tema?”
La organización de la campaña también plantea algunas dudas. Quien controlaba la entrada en la conferencia de prensa en que se lanzó, el 29 de junio, en el NationalPress Club de Washington, no era otro que JayByrne, ex director de comunicación de Monsanto y actualmente director general de v-Fluence, una empresa de relaciones públicas… Interrogado, Byrnedeclara, sin embargo, que “se ha prestado voluntariamente a ayudar a la logística” y que no mantiene ya ninguna relación con Monsanto.
La iniciativa llega en todo caso en el mejor momento posible para la industria. En primer lugar, en EE UU cunde el debate público sobre el etiquetado de los alimentos transgénicos. Ensegundo lugar, el debate en torno al glifosato–el herbicida que acompaña a la gran mayoría de OGM cultivados–acaba de ser clasificado como “cancerígeno probable” por el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer. Finalmente, se debate ampliamente si las próximas generaciones de OGM estarán sometidas a normas reglamentarias… Sobre todos estos asuntos, tened cuidado con lo que digáis o escribáis: de acuerdo con las nuevas normas en vigor, podríais ser cómplices de un “crimen contra la humanidad”.
5/7/2016 http://www.ledevoir.com/environnement/actualites-sur-l-environnement/474802/criminel-greenpeace
Traducción: VIENTO SUR
transgénicos- See more at: http://www.vientosur.info/spip.php?article11482#sthash.0el0EgUA.dpuf