lunes, 21 de abril de 2014

Huertos urbanos: por qué y para qué


Huertos urbanos en tres ciudades europeas: Londres, Berlín, Madrid 
Nerea Morán Alonso| Madrid (España), 2008-2009.

1 Marco teórico


1.1 Justificación


En el momento actual de crisis ecológica son necesarios nuevos procesos de recuperación del espacio urbano que mejoren la sostenibilidad integral de las ciudades, tanto a nivel ambiental como relacional. Los huertos urbanos son instrumentos que responden a este requerimiento, pues colaboran en el cierre de ciclos del metabolismo urbano y proporcionan una mayor calidad de vida a los ciudadanos.

En el presente trabajo se intenta encontrar las condiciones legales y normativas más favorables para el desarrollo de proyectos de huertos urbanos, a través del análisis de tres casos europeos: Londres, Berlín y Madrid.

1.2 Definiciones


Estos pequeños jardines tienen varios nombres. Son conocidos como kleingärten en Austria, Suiza y Alemania, allotment gardens en el Reino Unido, ogródek dzialkowy en Polonia, rodinná zahrádka en la República Checa, kiskerteken Hungría, volkstuin en Países Bajos, jardins ouvriers y jardins familiaux en Francia y Bélgica, kolonihave en Dinamarca, kolonihage en Noruega, kolonitraedgard en Suecia, siirtolapuutarhat en Finlandia, shiminnoen en Japón,community gardens en Estados Unidos, y probablemente con muchos otros nombres en otros países del mundo.

Groening, 2005

Allotment garden - Reino Unido. Por definición legal, es una parcela que no excede los 100 m2, cultivado total o principalmente por su ocupante con fruta y vegetales para autoconsumo. Una pequeña parte puede ser utilizada para conejos o gallinas (House of Commons, 1922-1925: pp 3, 17).

Kleingarten - Alemania. Es un terreno entre 200 y 400 m2, utilizado principalmente para horticultura y cultivo de flores para autoconsumo, muchos de ellos con un pequeño cobertizo en el que guardar las herramientas. No está permitido tener animales ni pernoctar en los huertos. Según los estatutos de las asociaciones se deben dedicar al menos dos tercios del terreno a vegetales (Drescher, 2001).

Jardins familiaux - Francia. La legislación francesa los define como «grupos de jardines gestionados por una asociación cuyos productos no pueden ser comercializados». Normalmente se localizan agrupados en bandas próximas a carreteras, ferrocarriles, vacíos urbanos... que los alcaldes ceden gratuitamente o por un precio simbólico.

Community garden - Red internacional. Se trata de jardines urbanos comunitarios. Con diversos tamaños y localizaciones, se caracterizan por ser proyectos locales autogestionados, que centran su atención en la creación de lazos comunitarios y en el desarrollo local mediante actividades de formación y autoempleo.

Huerto de ocio - España. Los huertos de ocio son parcelas para el cultivo, en terrenos de la administración local, que mantiene la gestión de los mismos y en algunos casos establece los horarios de acceso y trabajo. Los huertos se adjudican durante un determinado periodo de tiempo a los participantes (de 3 a 5 años). Normalmente estas cesiones están asociadas a actividades previas de formación. Sus objetivos principales son la recuperación de espacios urbanos, la educación ambiental y la creación de espacios de socialización. En muchos casos están destinados a un segmento concreto de la población, como jubilados, desempleados, niños o personas en situación de exclusión social.

1.3 Objetivos y metodología


Objetivos

  • Estudiar el marco normativo de los huertos urbanos en tres ciudades europeas:
    • Revisar las referencias a huertos urbanos en la legislación general.
    • Analizar las políticas e instrumentos normativos relacionados con los huertos urbanos (especialmente en la escala local).
  • Caracterizar la situación actual de los huertos urbanos en las tres ciudades seleccionadas.
  • Detectar los instrumentos más adecuados para el fomento y la protección de huertos urbanos.

Metodología

  • Análisis de fuentes primarias: entrevistas en ambiente con participantes de distintas iniciativas de huertos comunitarios (Madrid y Berlín).
  • Análisis de fuentes secundarias:
    • Revisión bibliográfica.
    • Páginas web, institucionales, de asociaciones y académicas.
    • Legislación y normativa.
    • Planos: planeamiento, cobertura de usos del suelo.
    • Bases de datos estadísticas.
  • Selección de ciudades: Londres, Berlín y Madrid.
  • Sistematización de casos, definiéndolos con los siguientes elementos de análisis:
    • Legislación y normativa que regulan los huertos urbanos. Se realiza la cronología de las distintas leyes sobre huertos y sus principales determinaciones.
    • Descripción de los huertos urbanos en las ciudades estudiadas:
      • Superficie y localización de los huertos urbanos en relación con la red de espacios libres.
      • Definición legal y modelo de gestión.
      • Perspectivas de futuro: problemas y oportunidades.
    • En el caso de que existan programas, campañas o algún tipo de iniciativa de fomento de los huertos urbanos, se sistematiza mediante la siguiente ficha:
      • Iniciativa
      • Organismo impulsor (capacidad normativa)
      • Proceso
      • Declaración de motivos / objetivos
      • Líneas de actuación
      • Herramientas

1.4 Los huertos urbanos en la rehabilitación urbana ecológica


Aunque la parte central de este estudio consiste en el análisis de los casos de Londres, Berlín y Madrid, es necesario aportar unas breves notas sobre la importancia estratégica que podrían tener los huertos urbanos en la rehabilitación urbana ecológica. El objetivo de conseguir ciudades más sostenibles debe entenderse de una manera integral, y por tanto las intervenciones en el entorno construido deben responder tanto a aspectos ambientales como sociales.

Los huertos colaboran en la sostenibilidad ambiental de entornos urbanos, pues son un modo de inserción de naturaleza en la ciudad: aumentan el número de áreas verdes recuperando terrenos vacíos, y colaboran en el cierre de los ciclos del metabolismo urbano (agua, materia y energía) haciéndolos visibles, con espacios para compostar residuos de los hogares o del propio huerto, por ejemplo. También son espacios en los que se pueden recuperar las variedades locales de cultivos, aumentando la biodiversidad.

Además son un instrumento que contribuye al diseño a escala humana de la ciudad, dotando de carácter e identidad local al espacio público, respondiendo a la diversidad social y cultural de sus usuarios, y a la complejidad de condicionantes climáticos, físicos y sociales. Si han sido correctamente diseñados, pueden mejorar la calidad ambiental y convertirse en excelentes lugares de encuentro, debido a la influencia que la cubierta verde, la vegetación y la presencia de agua ejercen en las condiciones de humedad y temperatura, asegurando un mayor grado de confort ambiental que los espacios duros o vacíos.

En la dimensión social son espacios de participación, en los que se desarrollan sentimientos de apropiación y responsabilidad. Contribuyen a la educación ambiental y aumentan la seguridad alimentaria. Contribuyen al desarrollo local por sus aportes a la formación y en menor medida a la creación de empresas sociales.

A continuación se ponen en relación los huertos urbanos y las nociones de ‘desarrollo a escala humana’ y ‘calidad de vida’, con el objetivo de determinar el marco adecuado que permite evaluar la capacidad de los huertos de responder a las múltiples dimensiones que deben ser consideradas desde una perspectiva compleja.

1.4.1 Los huertos urbanos como satisfactor sinérgico de las necesidades humanas


Partimos de la definición del sistema de necesidades fundamentales, elaborada por Max Neef y Elizalde (1986), que describe las necesidades humanas como pocas y clasificables: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Las necesidades son interdependientes y ninguna tiene más importancia que las demás. Son universales y no han variado a lo largo de la historia, lo que cambia según el contexto histórico y cultural son los medios concretos de satisfacer estas necesidades, es decir, sus satisfactores.

Los satisfactores sinérgicos son los que contribuyen a la satisfacción simultánea de varias necesidades, atienden a varias dimensiones y tienen efectos multiplicadores. Frente al desarrollo económico en el que la satisfacción de las necesidades humanas se entiende fundamentalmente como el aumento de bienes y servicios, el desarrollo a escala humana trata «de relacionarlas además con prácticas sociales, tipos de organización, modelos políticos y valores que repercuten sobre la forma en que se expresan las necesidades» (Max Neef, 1986).

Se han realizado estudios que relacionan esta teoría con los espacios públicos, atendiendo a la correspondencia de las necesidades humanas con las condiciones espaciales de los entornos construidos. En la concepción del espacio público como satisfactor sinérgico de necesidades humanas que propone M. Simón (2009), se ordenan las necesidades en relación con la escala a la que pueden ser satisfechas (territorio, ciudad, barrio, espacios de la intimidad) y a su relación con las condiciones de diseño físico, las regulaciones y el entorno cognitivo. En este texto se identifican también las necesidades cuya satisfacción no está relacionada directamente con el espacio público, como son la de afecto que se produce en la intimidad, la de subsistencia, que en la ciudad actual encuentra su satisfacción en la escala global, y la de libertad, que debe ser satisfecha en todos los lugares.

Si abordamos los huertos urbanos desde esta perspectiva, vemos que pueden responder principalmente a la satisfacción de las necesidades de ocio, entendimiento, participación e identidad; y en menor medida influyen sobre las de subsistencia, protección y creación.

Uno de los principales valores de los huertos urbanos es su carácter de espacio de ocio, sus usuarios a menudo los definen como el espacio donde pasan buena parte de su tiempo libre y en los que se sienten relajados. Las condiciones necesarias para ello son la proximidad al espacio de residencia, y la existencia de terrenos suficientes en los que desarrollar esta actividad.

En cuanto al entendimiento, otro de los aspectos más reconocidos de los huertos es su valor como instrumento de educación ambiental. En ellos se pueden observar los ciclos de los alimentos, del agua y de la materia; además son espacios que aportan biodiversidad a las áreas urbanas. Para responder adecuadamente a esta necesidad los huertos deben integrarse en el metabolismo urbano, contribuyendo a cerrar los ciclos de materia; y seguir las reglas de la agricultura ecológica procurando fomentar el cultivo de variedades locales. Elementos como un huerto para niños en los que puedan experimentar y responsabilizarse de su propio espacio son útiles para la compresión de los ciclos naturales (entre otras utilidades).

Los huertos urbanos son un espacio apto para la participación, ya que los hortelanos tienen la capacidad de autoorganizarse y gestionar los espacios, y también de construirlos, con la consecuencia de que al intervenir en el diseño físico de los huertos aumenta el sentimiento de apropiación de estos espacios. Para que la participación sea posible los huertos deben incluir espacios de encuentro y seguir modelos autónomos en los que los hortelanos tengan capacidad de decisión. Los modelos demasiado reglados, en los que existe un horario concreto o sólo se puede acceder a los cultivos participando en actividades programadas, no satisfarían esta necesidad.

Los huertos responden de dos formas a la necesidad de identidad, entendida esta en su dimensión tanto colectiva como individual. Un huerto urbano dota de identidad a un espacio, convirtiéndose en elemento de referencia, debido a su capacidad de embellecimiento del paisaje urbano o a la historia que simboliza (proceso comunitario, identidad de grupo). Además pueden ser el escenario donde personas de distintas culturas compartan sus conocimientos, aportando distintos tipos de cultivos y de alimentos, favoreciendo la comunicación e integración de las comunidades.

En cuanto a la protección, responden a esta necesidad en la medida en que proporcionan condiciones de estancia adecuadas, en las que las personas se sienten a gusto. Para que esto sea así el diseño de los huertos debe contemplar la existencia de espacios de estancia soleados y protegidos de los vientos en invierno, y de espacios sombreados y frescos en verano. En la medida en que sean espacios de participación y de identidad comunitaria, también se sentirán como seguros.

Aunque un huerto urbano no tiene capacidad para proporcionar todos los alimentos necesarios para la subsistencia, ya que en general produce sólo una pequeña parte de los alimentos necesarios, sí puede ofrecer productos ecológicos y por tanto más saludables. Para ello debe seguir los principios de la agroecología, no utilizar pesticidas ni semillas modificadas genéticamente, asegurarse de la calidad de los terrenos, del agua y del compost utilizados. Para lograr una mayor autonomía alimentaria de las ciudades debería desarrollarse una estrategia que implicara las diferentes escalas: local, urbana y metropolitana.

Un huerto urbano puede ser también un satisfactor de la necesidad de creación, en tanto en cuanto sea un espacio para el desarrollo de actividades creativas. Es común en los huertos comunitarios la presencia de un mural, un mosaico, una escultura o algún otro tipo de elemento creado por los vecinos, niños o adultos. La participación en el diseño del huerto y en la adecuación de sus distintos elementos también son procesos creativos. Para potenciar estas posibilidades los huertos urbanos deben ofrecer espacios y momentos para distintas actividades, y debe ser posible intervenir en su diseño y construcción.

Podemos concluir que para que un huerto urbano actúe sinérgicamente, respondiendo a la satisfacción del mayor número de necesidades humanas posibles, debe cumplir las siguientes premisas:

  • Situarse próximo a las zonas de residencia de los hortelanos, y que existan espacios suficientes para todas las personas interesadas.
  • Estar concebidos desde la agroecología; no utilizar pesticidas ni semillas modificadas genéticamente, asegurarse de la calidad de los terrenos, del agua y del compost utilizados.
  • Tener modos de organización autónomos.
  • Ser diseñado y si se desea incluso construido por los propios usuarios (desde luego las parcelas individuales, pero también las áreas comunes).
  • Contemplar en su diseño la existencia de espacios de estancia adecuados para el encuentro: zonas de descanso al aire libre, centro de reunión...
  • Formar parte de una red de espacios de cultivo urbano a diferentes escalas (local, urbana y metropolitana).

1.4.2 Los huertos urbanos desde la concepción de la Calidad de Vida


La noción de Calidad de Vida descrita por J. Alguacil trata de superar una visión simplista que haría referencia únicamente al bienestar socioeconómico, para formular una propuesta de carácter sistémico en la que también se consideran otras dimensiones como la calidad ambiental y la identidad cultural.

Cuando nos referimos al concepto de Calidad de Vida estamos haciendo referencia a una diversidad de circunstancias que incluirían tanto dimensiones mensurables (objetivas), como otras de más incierta cuantificación (subjetivas), dimensiones todas ellas que forman parte de un conjunto de valores y hechos que no se pueden disociar.

Alguacil, 2000

Es por tanto una forma de prestar atención tanto a las condiciones objetivas como a las distintas percepciones individuales.

En el cuadro 1 se representan las principales variables del concepto de Calidad de Vida, poniéndolas en relación con la capacidad de los huertos urbanos para generar una serie de efectos positivos sobre el bienestar, las condiciones ambientales y espaciales del entorno (calidad ambiental) y las necesidades de apropiación, participación y sociabilidad (identidad cultural).




Elaboración propia a partir de «Dimensiones de la Calidad de Vida» (Alguacil, 2000).

                           Calidad ambiental
                            Bienestar
              Identidad cultural
                    (Área territorial —escala—)
               (Condiciones objetivadas)
  (Vínculos e interacciones sociales)
Habitacional, Vivienda
Producción-Reproducción (Trabajo, empleo y trabajo doméstico)
Tiempo disponible (libre y liberado de ocio)
  
Generación de empleo en cooperativas y empresas sociales
  
Residencial (local, barrio)
Salud
Participación y apropiación
Aumento de espacios verdes, recuperación de espacios vacíos
Acceso a alimentos frescos de cultivo ecológico
Gestión colectiva
Microclima urbano
Mejora de la calidad del aire
Transformación directa del paisaje urbano
Urbana, territorio (metrópoli, región, planeta)
Educación (aprendizaje y formación)
Relaciones sociales y redes sociales
Corredores verdes, naturaleza en la ciudad. Red de espacios para agricultura urbana
Educación ambiental por contacto con los ciclos naturales
Espacio de encuentro de los vecinos



1.5 Breve historia y evolución del sentido de los huertos urbanos en las ciudades occidentales


Si hacemos un breve recorrido por la historia reciente de las ciudades occidentales veremos la trayectoria que han tenido los huertos urbanos en ellas y los cambios que se han ido produciendo en su concepción.

En la ciudad industrial del siglo XIX, los huertos urbanos alivian ligeramente las condiciones de hacinamiento y pobreza en los barrios obreros causadas por el proceso de industrialización y las migraciones campo-ciudad. Para suavizar la situación de conflicto social existente, los gobiernos y la Iglesia proporcionan a los obreros terrenos para el cultivo, son los llamados «huertos para pobres». Los dueños de grandes fábricas ven la ventaja de este tipo de experiencias, pues mejoran la moral de los trabajadores, pero cuidando siempre que la independencia que les proporcionen no sea excesiva. También las compañías estatales de ferrocarriles, en Alemania y Holanda por ejemplo, ceden a sus empleados los terrenos vacantes y los bordes de las vías para el cultivo. Gracias a estos huertos la población proletaria puede completar sus ingresos y asegurarse una mayor calidad alimentaria.

En Estados Unidos su aparición se produce como respuesta a la depresión económica de 1880, implantándose los Urban Gardens como forma de proporcionar recursos a los parados. Los primeros huertos son creados en Detroit en 1894, seguida de otras ciudades estadounidenses (Lawson, 2004).

En la primera mitad del siglo XX la historia de los huertos urbanos está ligada a las grandes guerras, que obligan a los gobiernos a procurar el autoabastecimiento de las ciudades, fomentando el cultivo de frutas y verduras y la cría de cerdos, conejos o aves de corral, para poder contar con comida fresca. Las importaciones de alimentos no podían asegurarse, debido a la dificultad en los transportes; además los cultivos en las ciudades colaboran con la economía de guerra pues permiten priorizar los envíos de municiones, armas y alimentos para el ejército.

En la I Guerra Mundial se comienzan a ensayar estas experiencias, con la campaña Dig for Victory en Reino Unido, por ejemplo. También en Estados Unidos se fomentan los Liberty Gardens en este momento, y posteriormente en el periodo de entreguerras, durante la Gran Depresión del 29, se establecen huertos urbanos denominados Relief Gardens.

Es en la II Guerra Mundial cuando se vuelca un inmenso esfuerzo en el cultivo en las ciudades, con los Victory Gardens en Estados Unidos, y la campaña Dig for Victory en Gran Bretaña, donde en aquellos momentos la dependencia de alimentos importados era muy alta: más de la mitad de la carne, el 70 % del queso y azúcar, casi el 80 % de la fruta y el 90 % de los cereales (Spudic, 2000), lo que suponía más de 55 toneladas de alimentos al año. Con el fin de concienciar y educar a los ciudadanos, se realizan boletines, carteles, programas de radio y documentales que se proyectan en los cines, se crean incluso dos personajes de dibujos animados: Potato Pete y Dr Carrot, dirigidos a los niños, que también son llamados a colaborar en las milicias de plantación. Se aprovecha todo el terreno disponible, desde jardines particulares, hasta campos de deportes y parques, (Hyde Park contaba con una granja de cerdos), o cualquier espacio apto para el cultivo, como las inmediaciones de la Torre de Londres. La campaña tuvo un enorme éxito, con un millón y medio de allotments que tenían capacidad para proporcionar el 10 % de las necesidades alimentarias del país.

En Alemania la existencia de los schrebergärten permite que los habitantes de las ciudades tengan además de un medio de subsistencia un refugio cuando sus viviendas han sido bombardeadas.

 




Torre de Londres, 1940

   Figura 1: Huertos de subsistencia durante la II Guerra Mundial



Tras la II Guerra Mundial, las ciudades occidentales, en lugar de poner en valor estas experiencias que habían sido fundamentales para su subsistencia, inician una reconstrucción que no deja espacio para actividades productivas de este tipo. El modelo se basará de nuevo en el transporte a larga distancia de los alimentos, modelo que se irá incrementando hasta nuestros días en los que alcanza una escala global.

Será en la década de los 70 cuando los jardines y huertos urbanos resurjan como herramienta de apoyo comunitario, en un momento en el que la crisis de la energía y la recesión económica se dejan sentir especialmente en los barrios de bajos recursos de las ciudades occidentales.

Desde finales de los 60 el movimiento contracultural desarrolla en Norteamérica prácticas de autogestión innovadoras, como son los jardines comunitarios. Una referencia en California es People´s Park, proyecto desarrollado en unos terrenos abandonados propiedad de la universidad de Berkeley. También es en estos años cuando nace en Nueva York lo que más tarde se conocería como Green Guerrilla, en un contexto de crisis económica, desindustrialización y suburbanización, en el que se estaban produciendo procesos de degradación y abandono de espacios residenciales en el centro de las ciudades, los activistas comenzaron a ocupar solares y otros terrenos y a cultivarlos.

En la década de los setenta también en Europa se desarrollan iniciativas similares desde el ecologismo y la autogestión; en Gran Bretaña el movimiento de Granjas Urbanas y Jardines Comunitarios [City Farms and Comnunity Gardens] surge en estos años y desarrolla proyectos no sólo de huertos sino también de cría de animales de granja y caballos en entornos urbanos, incorporando una fuerte carga de educación ambiental a través de actividades orientadas a los niños, como talleres o teatro.

En distintas ciudades de Norteamérica se han producido procesos de reconocimiento institucional y políticas de fomento de huertos urbanos. El Plan de Espacios Públicos de Chicago, iniciado en 1993, identificó espacios vacantes, públicos y privados (solares abandonados), para destinarlos a huertos, cediendo la gestión a organizaciones comunitarias; para ello creó una sociedad pública en la que participaban distintos organismos: el Departamento de Planeamiento y Desarrollo, la Agencia de Parques y la Agencia de Conservación de Bosques. En Seattle también se creó una agencia específica para identificar, priorizar y adquirir terrenos, financiar proyectos, proporcionar recursos y formación... permitiendo el acceso a espacios de cultivo en los barrios.

En Nueva York, desde los años 70 el ayuntamiento facilitó la extensión de los jardines comunitarios, creando una agencia municipal (Green Thumb) que gestionaba los alquileres de los terrenos. Sin embargo el uso como huerto comunitario no se recogía en el planeamiento, que los calificaba como espacios vacantes (con la posibilidad de cambio de uso sin una evaluación de impacto previa). En 1998 el ayuntamiento priorizó la construcción de viviendas y la venta de solares municipales, y comenzó a revocar las cesiones. Green Guerrilla pudo reunir el dinero para adquirir 114 terrenos municipales que salieron a subasta, y gracias a las movilizaciones obligó al ayuntamiento a declarar permanentes 36 jardines comunitarios. Otros espacios no han tenido tanto éxito en sus movilizaciones, es el caso de South Central Park, en Los Angeles, donde después de 10 años de trayectoria, se desaloja en 2003 una granja urbana de 6 hectáreas que daba trabajo y proporcionaba alimentos a más de 360 familias (en su mayor parte población afroamericana y latina).

Algunos datos nos dan una visión de la presencia de actividades de horticultura urbana en las ciudades contemporáneas. El 40 % de los habitantes del área metropolitana de Toronto, y el 44 % de los de Vancouver producen comida en sus huertos, Montreal cuenta con 6400 parcelas en 72 huertos. En Nueva York existen 750 jardines comunitarios en los diferentes distritos de la ciudad destinados a autoconsumo y relacionados con comedores y programas de apoyo comunitario. En el norte de Europa existen huertos comunitarios en ciudades de Reino Unido, Francia, Suiza, Países Bajos, Bulgaria, Alemania, Francia, Suecia... En Zurich (Suiza) las ordenanzas municipales permiten el cultivo en los espacios verdes.

Mientras en Europa los jardines y huertos comunitarios cumplen en la actualidad funciones principalmente de ocio (aunque la participación de inmigrantes suma la expresión de la identidad cultural y la mejora de las condiciones de subsistencia), en Estados Unidos su sentido está ligado a la revitalización de comunidades empobrecidas, al desarrollo local que mejore la seguridad alimentaria, a la mejora de las condiciones ambientales y a la creación de empleo mediante empresas sociales o cooperativas de producción de alimentos.

Los jardines comunitarios han jugado un papel integral en los Estados Unidos revitalizando el núcleo histórico de las ciudades lleno de solares abandonados y contaminados. Desde los años 60, en muchas ciudades a lo largo de los EEUU, en particular en Nueva York, Boston, Philadelphia y Detroit, las iniciativas locales han rescatado sus vecindarios del abandono urbano dando a los solares abandonados usos seguros y productivos.

Lori, 2001

Actualmente se están desarrollando experiencias de horticultura urbana cuyo fin es conseguir el consumo de alimentos sanos de calidad, cultivados localmente. Es el caso, en nuestro país, de Vitoria y Rivas-Vaciamadrid, que están impulsando proyectos de agroecología periurbana. En Londres se están desarrollando diversas campañas en torno a la alimentación que señalan como herramientas principales la coordinación con los productores locales y la conservación y desarrollo de huertos urbanos comunitarios.

Vemos por tanto que los momentos de mayor difusión de proyectos de horticultura urbana coinciden con crisis importantes relacionadas con la escasez de alimentos y energía, y que los espacios donde arraigan con más fuerza corresponden a áreas urbanas degradadas y con una población de bajos ingresos. En cada caso estos proyectos han sido fundamentales para mantener a los habitantes de las ciudades. No entraremos a analizar la situación de los países en vías de desarrollo, en cuyas ciudades este tipo de iniciativas tienen otra escala y un carácter básico de subsistencia, pero hay que destacar las importantes lecciones que se podrían aprender de estos procesos de cara a lograr la autonomía alimentaria de las ciudades occidentales.

Podríamos marcar varias etapas de la evolución del significado de los huertos urbanos. En sus comienzos, en la ciudad industrial del siglo XIX y a principios del XX, eran prácticas necesarias para la subsistencia, con una capacidad potencial (temida y controlada por las autoridades) de proporcionar cierto grado de independencia que pudiera generar resistencias al sistema industrial.

En la primera mitad del siglo XX tuvieron un carácter patriótico y de subsistencia en una economía de guerra, las ciudades tuvieron que adaptarse a la falta de medios e introducir en su seno procesos productivos para abastecerse de bienes de primera necesidad.

A partir de los años 70 se incide en la oportunidad de ligar las actividades de jardinería comunitaria con la autogestión, el desarrollo local, la integración social y la educación ambiental.

En la actualidad, aparte de los valores recreativos de este tipo de proyectos, cobra fuerza el objetivo de hacer más sostenibles las ciudades y de lograr la inserción de la naturaleza en ellas mediante corredores ecológicos y otro tipo de elementos que influyan positivamente en el metabolismo urbano. Se reconoce además el aumento de la calidad de vida que supone tener acceso a alimentos frescos, ecológicos y de calidad en los terrenos próximos a las ciudades.

El desafío para el futuro es integrar los proyectos de huertos urbanos dentro de un proceso general de rehabilitación urbana ecológica, como un elemento más de los que conforman la complejidad urbana, y no sólo como excepciones exóticas o puntuales.



Edición del 25-1-2012



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