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Resumen
Hace 18 años se instauró en Argentina un sistema de producción agraria cimentada en el uso de semillas transgénicas y aplicación masiva de agrotóxicoso plaguicidas. Desde entonces los vecinos de los pueblos fumigados protestan porque se ven afectados en su salud y los médicos de esos pueblos corroboran un cambio del patrón de enfermedad y de muerte en estas comunidades. Trastornos endócrinos e inmunológicos, neumopatías crónicas, abortos espontáneos en mujeres sanas, malformaciones congénitas y cáncer son las enfermedades que se reiteran en poblaciones expuestas a dosis crecientes de agrotóxicos. Estudios epidemiológicos e investigaciones de laboratorios confirman el vínculo entre pesticidas, como glifosato, y daños en la salud. A pesar de las protestas y denuncias, aumenta el consumo de agrotóxicos y las empresas biotecnológicas preparan nuevas semillas que auguran un futuro cercano de mayor toxicidad y contaminación, lo cual pone en peligro la salud colectiva.
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Después de 18 años de fumigaciones sistemáticas, los equipos de
salud de los pueblos fumigados detectan un cambio en el patrón
de enfermedades en sus poblaciones: los problemas respiratorios
son mucho más frecuentes y vinculados a las aplicaciones de
agrovenenos, igual que las dermatitis crónicas. De la misma
manera, los pacientes epilépticos convulsionan mucho más
frecuentemente en época de fumigación, son más asiduos la
depresión y los trastornos inmunitarios y endócrinos.
Se registran altas tasas de abortos espontáneos (hasta 23 % de
las mujeres en edad reproductiva sufrió al menos un aborto en los
últimos cinco años, cuando la tasa normal es de 5 %) y aumentaron
notablemente las consultas por infertilidad en varones y mujeres
(REDUAS, 2011). Los rebaños de cabras de los campesinos
y originarios registran, en algunas zonas, hasta un 100 % de
malpariciones (abortos o muertes prematuras por malformación)
vinculados a la exposición a pesticidas. Se detecta también un
aumento de trastornos tiroideos y de diabetes.
Cada vez nacen más niños con malformaciones en estas zonas,
especialmente si los primeros meses del embarazo coinciden con
la época de fumigaciones. Síndrome de Down, mielomeningoceles,
cardiopatías congénitas, etc., se diagnostican con mayor frecuencia
en estas áreas; en algunos pueblos y años llegan a triplicar las
tasas normales y se vinculan directamente al aumento de las
aplicaciones de agrotóxicos en los alrededores (REDUAS, 2011 y
Verzeñassi, 2013).
Los pueblos fumigados también presentan un cambio en sus
causas de muerte. Según los datos de los registros civiles a los
que hemos podido acceder, encontramos que más del 30 % de
las personas que mueren en estos pueblos fallece por cáncer,
mientras que en todo el país ese porcentaje es menor al 20 %.
La mortalidad por cáncer aumentó claramente en estas áreas, lo
cual es un fenómeno nuevo detectado por nuestros colegas desde
el año 2000 y no verificado antes (REDUAS, 2011; Verzeñassi,
2013 y Ercolano, 2012). Curiosamente, la fecha coincide con la
expansión del consumo de glifosato y otros agroquímicos que son
masivamente aplicados en la zona.
La ciudad de San Salvador, en Entre Ríos, es recocida como la
Capital Nacional del Arroz, pero estas transformaciones agrarias
también impactaron en la región, de manera que hoy, en las 70 000
hectáreas de la zona, sólo 10 000 se mantienen con arroz y las demás
producen soja. Este dato sólo tendría interés económico y social si
desconociéramos que en los cinco últimos años las mortalidad por
cáncer en los vecinos de la región es la más alta detectada por nuestra
Red en todo el país. En los años 2011 y 2012 uno de cada dos vecinos
murió de cáncer cuando en todo el país sólo uno de cada cinco
argentinos muere por causas oncológicas (MU, 2012).
Recientemente, en mayo de 2014, el Ministerio de Salud de la
Provincia de Córdoba publicó los datos de su registro de cáncer, que
confirman que en las zonas más intensamente agrícolas las muertes
a causa de esta enfermedad superan en un 100 % a las de la ciudad
capital y en un 70 % al promedio provincial (Fernández, 2014).
La agresión química afecta a todas las personas, pero sin duda
que los pobres del campo, los peones, sus mujeres y niños, son
los que tienen menos posibilidades de protegerse y de recuperar
su salud. Además, desde el norte de Córdoba y Santa Fe, la
mayor parte de los nuevos emprendimientos de agricultura
tóxica es concretada por sociedades anónimas y pooles de
siembra que utilizan la vía aérea de fumigación de modo casi
generalizado, las dosis de venenos son mucho más altas debido
a las condiciones climáticas y biológicas de la región, y las
consecuencias las sufren principalmente los pueblos originarios
y los campesinos.
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