Últimamente se avanzó algo -muy poquito- para evitar la contaminación de la cuenca del Salí-Dulce con exceso de materia orgánica, producida por ingenios y papeleras, principalmente. Lamentablemente no se hicieron ni se están haciendo estudios de metales pesados, y sabemos que la minería química está volcando a la cuenca elementos extremadamente tóxicos (plomo, arsénico, mercurio, etc.). Si no nos despertamos, vamos a una catástrofe ambiental
La minería bajo la lupa.
BRECHA, 29 Agosto 2014 Escrito por: Eliana Gilet .
La Alumbrera en Catamarca
Con el investigador argentino Horacio Machado Aráoz
Magíster en ciencias sociales de la Universidad de Catamarca, Machado estuvo en Montevideo invitado por la regional sur de la Asamblea Nacional Permanente (ANP) para presentar su libro "Potosí, el origen",1 un ensayo sobre la explotación minera en América Latina como cuna y sostén del mundo tal cual es.
En Catamarca se instaló la primera explotación de minería a cielo abierto de Argentina. ¿Cómo fue ese proceso y cómo es la situación actual?
La minería trasnacional a gran escala empieza en Argentina en 1993, con la sanción de las nuevas leyes que impone el Banco Mundial en toda América Latina.
En 1995 se inició la construcción de La Alumbrera, el primer emprendimiento de explotación a cielo abierto, en una zona de Catamarca que está entre dos departamentos: Belén y Andalgalá. Cuando se instaló no se conocía la modalidad extractiva a cielo abierto, ni la envergadura de la explotación, ni las voladuras, ni el uso de químicos. La minería entró con profundo desconocimiento de toda la población, bajo un discurso que prometía el desarrollo, la expansión de las economías locales como proveedoras de las empresas, que la empresa iba a generar 10 mil puestos de trabajo. Menciono esta cifra porque era parte de la publicidad oficial que el gobierno de la provincia hacía en ese momento. Hoy, La Alumbrera ocupa a entre 800 y mil personas en forma directa. En el momento de la construcción empleó a 4 mil, pero en la explotación se redujo más de cuatro veces. Ahí empezaron los primeros conflictos, que no tuvieron que ver con el ambiente sino con las promesas incumplidas del desarrollo minero. Se abrió un primer ciclo de protestas, entre 1997 y 2000, y se formó en Belén La Voz de los Pueblos, que reclamaba empleos y la estructura social que había prometido La Alumbrera: construcción de caminos, acueductos. Claro, la empresa construyó, pero para usufructo de sí misma. Sólo de ella.
Las protestas desencadenaron una primera ola de represión, de persecución. Hubo personas que estuvieron detenidas bajo situaciones irregulares durante más de una semana.
Ya en 2001 comienzan a sumarse otros motivos de reclamo y movilizaciones. Surgen los impactos sobre el ambiente, principalmente en el agua. Los pobladores de la zona, agricultores y criadores de ganado, empezaron a tener problemas debido a la mortandad de cabras y vacas, aparecían zorros sin pelo. En ese entonces ya se sabía de qué tipo de minería se trataba. Ya se conocían también las voladuras: La Alumbrera, que usa diez toneladas de explosivos por día y consume 100 millones de litros de agua, ha ido dejando un cráter (que ellos llaman open pit y los chilenos, el tajo abierto) que tiene más de 1,5 kilómetros de diámetro por 800 metros de profundidad.
Hay igualmente afectaciones sanitarias: afecciones raras, enfermedades broncopulmonares, en la piel, en los ojos, dermatitis.
En el departamento de Santa María, vecino a donde está localizada la mina, el río Santa María, de donde se obtenía el agua para el riego de los cultivos locales (es una zona en que se planta mucho tomate, pimiento, pimentón, comino) de repente se seca y se quedan sin agua. Tienen que empezar a hacer perforaciones para extraer agua subterránea, y con el tiempo es necesario ir cada vez más profundo.
En 2001 la gente de Esquel (en Chubut) conoce el proyecto de una minera norteamericana que quiere explotar el yacimiento de El Desquite, en el sur de Argentina. Los vecinos invitan a la gente de Andalgalá para saber un poco de qué se trata este tipo de explotaciones, porque la minera había ido con el mismo discurso que va a todas partes, diciendo que generaría empleo y desarrollo. De ahí surge la asamblea de Esquel.
La asamblea terminó en el proceso del plebiscito del No a la mina, que paró el proyecto.
Fue el primer y único plebiscito que se hizo en Argentina, en marzo de 2003, en un contexto de gran crisis social y altos niveles de desempleo. Aun así, más del 80 por ciento de la población de Esquel dijo que no a la minería. Con la expansión del modelo minero hacia todas las provincias cordilleranas, la resistencia buscó y reclamó la vía del plebiscito como una medida democrática para parar este tipo de emprendimientos. Se pidió un plebiscito en Calingasta (San Juan), en Chilecito y Famatina (La Rioja), en Andalgalá y Tinogasta (Catamarca). Sistemáticamente esos pedidos fueron denegados por las cortes de justicia provinciales, declarándolos inconstitucionales, con el argumento de que los recursos minerales son de competencia de la provincia y no de los municipios.
Esto nos muestra claramente el modelo minero. No sólo afecta el ambiente, sino las condiciones de posibilidad de la democracia, el derecho a decidir de la gente sobre su propio territorio. La minería se impone como un modelo donde el Estado aparece como un apéndice para viabilizar los intereses de grupos transnacionales y de países extranjeros, que son, finalmente, los usuarios de estos recursos. El cien por ciento de los minerales que se extraen se exportan: el oro, el cobre, la plata, el molibdeno. Y también el agua y la energía, a través de cada tonelada que sale de las minas.
El argumento planteado para negar la consulta a las poblaciones es el mismo que está dándose en los departamentos de Uruguay que intentaron plebiscitar la minería a cielo abierto.
Esto comienza con una flagrante violación a la soberanía popular. Su origen tiene que ver con la legislación que impulsó el Banco Mundial a principios de los noventa en toda América Latina, que produjo un marco normativo con el objetivo de promover la radicación de capitales mineros en el continente. Para hacerlo, tomó como modelo la legislación que sancionó Augusto Pinochet en Chile. Como todos sabemos, cuando Salvador Allende gana las elecciones chilenas, en 1971, impulsa la nacionalización del cobre. En ese momento, de Chile salía el 50 por ciento del cobre que se consumía en el mundo. Un año después del golpe del 73 y del asesinato de Allende, Pinochet promueve una ley de inversiones extranjeras, que será luego el modelo que va a tomar el Banco Mundial para imponer la nueva legislación minera. En 1991, Perú cambia su legislación, en 1992 lo hacen Bolivia y México, en el 93 Argentina, en el 96 Brasil.
A lo largo de estos pocos años, todos los países reformaron su legislación minera, contrayendo deuda con el Banco Mundial, porque era un crédito para la modernización del sector minero. Nuestros legisladores la aprobaron sin tener idea de qué se trataba. Por eso digo que ahí hay un fraude a la soberanía popular, porque es una legislación que no tiene nada que ver con los intereses de nuestros pueblos y sí con una forma de resolver la crisis que el sector minero atravesaba a nivel mundial, con el agotamiento de los yacimientos en el norte y las presiones sociales que se daban allí por los pasivos ambientales que había dejado la minería.
Las nuevas legislaciones construyeron las condiciones de rentabilidad extraordinaria de las explotaciones.
En el libro se lo presenta como investigador militante. ¿Qué significa eso?
Primero que nada, no creo en la idea de neutralidad política de la ciencia. La ciencia es una forma de construcción del conocimiento y los saberes, una práctica atravesada por todo el juego de intereses y de tensiones y contradicciones que habitan una sociedad.
La idea de presentar a un científico como una persona técnica, que construye conocimiento completamente desligado de sus valores, de sus creencias, de sus posiciones ante la vida, es una idea errónea, muy usada por otra parte para distorsionar y encubrir discursos seudocientíficos que terminan legitimando las posturas de las empresas y los sectores poderosos.
El primer criterio de cientificidad que me parece importante tomar en cuenta es hacer una objetivación del lugar de enunciación, desde dónde nosotros estamos viendo la realidad. No hay un punto ciego. No es el investigador el que está arriba de todo, mirando desde el aire. Yo no puedo escindir mi lugar de la situación de un poblador que vive en una provincia que ha sido impactada por este modelo minero.
La idea de la militancia tiene que ver con la idea de hacer una ciencia post-positivista. Explicitar cuáles son nuestros compromisos a partir de un marco normativo, manteniendo la idea de objetividad, seriedad y rigurosidad en la construcción de los datos y la investigación de las fuentes.
Así fue que iniciamos una serie de trabajos de campo con las asambleas que empezaban a organizarse y a constatar los impactos que provocaba la minería. La primera vez que fui a Santa María le dije a la gente que era de la Universidad de Catamarca, y la gente no me quería contestar. Los científicos de mi misma universidad que me habían precedido eran geólogos e hidrólogos que habían estado trabajando para la minera y les habían dicho que no iba a haber ningún tipo de impacto.
Lo cierto es que los pobladores de Andalgalá, de Belén, de Santa María, así como de las asambleas que se fueron construyendo a lo largo de las provincias cordilleranas afectadas por proyectos mineros, construyeron un sistema de conocimiento e información muy sólido. Es de algún modo ridículo pensar que un biólogo que viene de Canadá a hacer un estudio de impacto ambiental puede, en pocos meses, saber más que esos campesinos que generación tras generación han vivido ahí y crecieron en relación permanente con esos ríos, con esos bosques.
Se trata también de correrse del colonialismo que hay en la idea de ciencia hegemónica, donde los que creen que tienen el conocimiento porque han pasado por la universidad desconocen los saberes y los conocimientos que construyen las poblaciones.
¿Esa es la línea que sigue este trabajo?
Potosí, el origen. Genealogía de la minería contemporánea trata de demostrar los vínculos históricos constitutivos entre minería y colonialismo.
El colonialismo y el sistema-mundo moderno, el capitalismo, nacen con la conquista y la colonización de América.
La puesta en explotación del Cerro Rico del Potosí, en 1545, es la revolución mineral que da origen a las instituciones de la modernidad. No habría habido mercado mundial sin la ingente cantidad de plata que se extrajo de Potosí, ni Estado moderno si la dinastía de los Austria, con Carlos V primero, no hubiera tenido que armar un gran dispositivo de control de las poblaciones para la explotación de las minas. En Potosí trabajaban 40 mil personas a lo largo de todo el año bajo un régimen disciplinario extenuante. Llegó a ser en el siglo xvii una de las ciudades más pobladas del mundo: tenía más de 200 mil habitantes. Más que Roma, París, Madrid, más que Sevilla incluso.
¿Qué es Potosí hoy? Una ciudad latinoamericana pobre como cualquier otra. El ciclo de la minería puede generar un breve y efímero período de riqueza, pero es una riqueza que tapa el proceso de empobrecimiento histórico, que genera las condiciones de pobreza crónica bajo las cuales viven los territorios expoliados y saqueados, no sólo desde el punto de vista económico, sino desde el punto de vista ecológico.
El colonialismo tiene que ver con una economía que piensa un territorio como zona de saqueo, zona de sacrificios para el abastecimiento de otro. Desde 1492 América Latina fue pensada como una zona de pura y mera extracción. Pero la "colonialidad" aparece cuando ya no es un poder externo el que viene y por medio de la violencia impone un régimen de extracción y saqueo, de superexplotación de la naturaleza exterior e interior (la fuerza de trabajo, los cuerpos, las poblaciones) sino que se vincula con el hecho de que nosotros mismos, nuestros propios gobernantes, asumen la mirada del colonizador.
Bajo la fantasía colonial del desarrollo, adoptan un modelo donde de un lado se ve civilización y de otro barbarie, de un lado desarrollo y del otro subdesarrollo.
Desde que empezamos nuestra vida independiente, las elites criollas construyeron la misma idea colonial de explotación de la naturaleza, de desconocimiento de la condición humana de nuestras poblaciones indígenas y afrodescendientes, y de sus saberes: se las veía como los salvajes que había que educar y civilizar para que pudiéramos llegar a la ansiada modernidad.
Hoy estamos en la misma. Nuestros gobiernos, en nombre de programas de izquierda o de derecha, están impulsando un proceso de desarrollo nacional que sigue más o menos esas mismas pautas. Nuestros gobernantes asumen políticas absolutamente funcionales a las trasnacionales y a la reproducción de las desigualdades ecológicas, la más fundamental de las otras desigualdades: la superexplotación de la energía, el agua, de los nutrientes del suelo, que se van a abastecer el consumo del mundo, un consumo ultra desigual, en forma de concentrados de cobre, de porotos de soja, de pasta de celulosa...
La idea de extractivismo tiene que ver con la explotación de la naturaleza para abastecer el consumo diferencial de otras sociedades, otros territorios.
Una de las ideas que sustenta esa posición es la del crecimiento permanente.
Kenneth Boulding, un economista estadounidense, decía que los que creen y pregonan el crecimiento infinito son locos o son economistas. Vivimos en la hiperracionalización y en la sociedad de la información y en la sociedad científica, bajo un mito que es increíblemente irracional: la idea de creer en el crecimiento infinito, cuando nuestro planeta es finito.
En 1972, cuando se produce la primera crisis energética mundial, los científicos de los países más poderosos se reunieron en torno al Club de Roma y produjeron lo que se conoce como el Informe Meadows sobre el estado ambiental del mundo. Ese informe llevó por título "Los límites del crecimiento". Los científicos tomaron nota de que se estaban agotando los recursos naturales y que no había posibilidad de sostener el crecimiento.
El crecimiento necesita tasas cada vez más altas de explotación de los recursos, pero hay recursos que no son renovables, como los minerales y los hidrocarburos, y otros que son agotables, cuya regeneración depende de la tasa de extracción a que sean sometidos, como la biomasa, la tasa de fertilidad del suelo, el agua.
En 1974 un gran sociólogo latinoamericano, Celso Furtado, conoce este informe y escribe "El mito del desarrollo", un artículo en el que dice que nosotros, los países del Sur, periféricos, hemos sido históricamente proveedores de materias primas y queremos llegar a ser como ellos. Lo que el informe Meadows nos muestra es que eso está basado en un mito, porque físicamente es imposible.
O habría que ir a explotar un continente entero.
A menos que encontremos dos o tres planetas Tierra que tengan las mismas características que nos lo hagan posible. Como eso no ha sucedido, y es muy improbable que suceda, la idea del desarrollo como crecimiento infinito es un mito. Hace 40 años que se conoce esta idea. Fijate, el mismo momento histórico del avance del neoliberalismo. Los países del Norte se dijeron entonces: como el crecimiento ilimitado es imposible, reorganicemos la apropiación desigual del mundo. El neoliberalismo, desde el punto de vista de la geopolítica, significa un nuevo plan por el que los países industrializados reorganizaron la apropiación de los recursos naturales, de las materias primas de los del Sur. Eso es lo que hasta hoy estamos viviendo.
1. Editado por Mar Dulce. En Montevideo puede encontrarse en la librería Kronopios, en el hall de la Facultad de Humanidades.
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