Diciembre 2016
COP 21: DE LESA HUMANIDAD Y DE LESA NATURALEZA
Pablo
Bergel*
“Asómese
usted, Padre, y deje ya de llorar, que nos han declarado la guerra”.(Joan
Manuel Serrat, “Padre”)
Finalizada la COP 21 en París y publicado el texto
final del convenio allí acordado por las partes, terminan de confirmarse las
peores previsiones, inexorables a la luz del proceso de negociaciones de los
últimos meses y semanas. Ratificamos nuestras anteriores declaraciones en el
sentido de que el cambio climático de origen antrópico (C.C.), es un crímen de
lesa humanidad y de lesa naturaleza.
Si hasta la Cumbre de Río 1992 (en la que se creó el
Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático – CMNUCC), se podría
encuadrar el C.C. como crímen culposo, desde que las NNUU reconocieron la
crisis climática y asumieron ese tratado, la inacción subsecuente desde
entonces y el crítico paso del tiempo, obliga a re caratular al mismo como un
crímen doloso contra la naturaleza y la humanidad.
El calentamiento global descontrolado derivará en un
caos global que cambiará de modos drásticos la morfología física, química y
biológica de continentes y mares, acabará con gran parte de la actual
biodiversidad, incluyendo la especie humana, y con toda posibilidad de
civilización y gobernabilidad planetaria. Estos fenómenos de alteraciones y
desorden catastrófico de la naturaleza y las poblaciones ya han comenzado a
suceder y son visibles, pero se incrementarán de modo exponencial, fuera de
toda gobernabilidad. La violencia global también seguirá un espiral ascendente,
porque como recordó recientemente Naomi Klein, el cambio climático es
violencia.
Sin entrar en un análisis pormenorizado del documento
firmado en París, señalaremos cuatro elementos básicos,
suficientes para sustentar nuestro repudio a esta estafa a la ciudadanía
global:
1. El
convenio no contiene disposiciones ni objetivos de reducción de emisiones de
Gases de Efecto Invernadero (GEI) vinculantes u obligatorios. En cambio, los
países parte del acuerdo, han enviado sus propuestas o compromisos individuales
de reducción de GEI, los cuales son voluntarios; su incumplimiento no genera
sanción alguna. 2. Aún así, la sumatoria de esos compromisos individuales, solo permiten limitar el aumento de la temperatura global promedio a 2.7º (con respecto al nivel base de 1850, inicios de la industrialización motorizada con carbono); algunas estimaciones, indican un nivel superior, de 3.5º. Ambas cifras, muy lejos de los 2º o los 1.5º de aumento indicados por el consenso científico y político como el límite máximo que, aún implicando daños muy importantes a países y regiones, podría resultar controlable y gobernable. Es decir, que compromisos no vinculantes por parte de estados que desde 1992 vienen eludiendo e incumpliendo sus responsabilidades climáticas (por lo tanto no creíbles), aún cuando ahora sí cumplieran sus compromisos enunciados, ello no alcanzaría para contener el caos climático y civilizatorio en ciernes.
3. No existe ningún mecanismo de auditoría para realizar el seguimiento del cumplimiento o incumplimiento de los estados de las metas comprometidas.
4. No existe ningún mecanismo de sanción, ningún tribunal climático internacional para juzgar y castigar los incumplimientos y la inconducta climática. La justicia climática y ambiental clama por la constitución de un Tribunal Penal de delitos ambientales.
Estos señalamientos, en un corto artículo, deben
alcanzar para demostrar que la COP 21, la propia Convención Marco de Naciones
Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), se han convertido en una verdadera
asociación ilegítima de estados, completamente cooptados por las corporaciones
transnacionales, para mentir descaradamente y prorrogar la impunidad de los
mismos y la continuidad de la destrucción climática y ambiental en beneficio de
la lógica corporativa de maximización de la ganancia y reproducción del
capital.
Una lógica impersonal, irresponsable y diabólica
(resignificando metáforas, el “demonio” en el capitalismo es esto: una lógica abstracta
y sin rostro, que se encarna en los “endemoniados”;
las corporaciones, los CEO de las mismas, los accionistas, los medios, los
partidos y gobiernos, y en el “sentido común” y la cultura consumista hegemónica,
en la que el ideal de “felicidad” se mide por el tener).
No alcanzaron las centenas o miles de advertencias
científicas, desde el propio panel internacional de miles de expertos nucleados
por NNUU (IPCC); universidades y centros
académicos de prestigio mundial . No alcanzaron las centenas o miles de
acciones de la sociedad civil, desde hace muchos años e incrementadas en los
meses previos a la COP21; no alcanzó la magnífica, profunda, amorosa pero
severa encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco, ni otros múltiples documentos
de casi todos los líderes religiosos y los documentos y exhortaciones
interreligiosas. No alcanzan ya las palabras pronunciadas y escritas por
millones, ni tampoco la mera expresión de denuncia e indignación. El
capitalismo no escucha ni atiende razones, es ciego e insensible al futuro,
incluso al propio.
Es hora de entrar con el látigo para expulsar a los
mercaderes del templo planetario. Es hora de
que los pueblos se movilicen de manera tal, que los decisores políticos les
teman más a ellos que a las transnacionales. Que los Obama teman más el tronar
de sus pueblos sublevados, que a sus lobbies
petroleros y sus paleo republicanos en el
congreso.
Para cambiar el sistema y salvar el clima, el planeta
y la humanidad, deberemos, dolorosa pero inevitablemente, estar a la altura del
verso de Joan Manuel Serrat (“Padre”), y adecuar el repertorio de nuestras
resistencias.
*Ex diputado (2011-2015) y Presidente de la
Comisión Especial sobre Cambio Climático de la Legislatura de la C.A.B.A. (contacto: pablobergel2@gmail.com; 1535886827)
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