miércoles, 23 de diciembre de 2015

Fracasó una vez más el acuerdo para detener el cambio climático. El mundo corre peligro real


Diciembre 2016
COP 21: DE LESA HUMANIDAD Y DE LESA NATURALEZA
Pablo Bergel*
 “Asómese usted, Padre, y deje ya de llorar, que nos han declarado la guerra”.(Joan Manuel Serrat, “Padre”)

Finalizada la COP 21 en París y publicado el texto final del convenio allí acordado por las partes, terminan de confirmarse las peores previsiones, inexorables a la luz del proceso de negociaciones de los últimos meses y semanas. Ratificamos nuestras anteriores declaraciones en el sentido de que el cambio climático de origen antrópico (C.C.), es un crímen de lesa humanidad y de lesa naturaleza.
Si hasta la Cumbre de Río 1992 (en la que se creó el Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático – CMNUCC), se podría encuadrar el C.C. como crímen culposo, desde que las NNUU reconocieron la crisis climática y asumieron ese tratado, la inacción subsecuente desde entonces y el crítico paso del tiempo, obliga a re caratular al mismo como un crímen doloso contra la naturaleza y la humanidad.
El calentamiento global descontrolado derivará en un caos global que cambiará de modos drásticos la morfología física, química y biológica de continentes y mares, acabará con gran parte de la actual biodiversidad, incluyendo la especie humana, y con toda posibilidad de civilización y gobernabilidad planetaria. Estos fenómenos de alteraciones y desorden catastrófico de la naturaleza y las poblaciones ya han comenzado a suceder y son visibles, pero se incrementarán de modo exponencial, fuera de toda gobernabilidad. La violencia global también seguirá un espiral ascendente, porque como recordó recientemente Naomi Klein, el cambio climático es violencia.
Sin entrar en un análisis pormenorizado del documento firmado en París, señalaremos cuatro elementos básicos, suficientes para sustentar nuestro repudio a esta estafa a la ciudadanía global:
1.     El convenio no contiene disposiciones ni objetivos de reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) vinculantes u obligatorios. En cambio, los países parte del acuerdo, han enviado sus propuestas o compromisos individuales de reducción de GEI, los cuales son voluntarios; su incumplimiento no genera sanción alguna. 
2.     Aún así, la sumatoria de esos compromisos individuales, solo permiten limitar el aumento de la temperatura global promedio a 2.7º (con respecto al nivel base de 1850, inicios de la industrialización motorizada con carbono); algunas estimaciones, indican un nivel superior, de 3.5º.  Ambas cifras, muy lejos de los 2º o los 1.5º de aumento indicados por el consenso científico y político como el límite máximo que, aún implicando daños muy importantes a países y regiones, podría resultar controlable y gobernable. Es decir, que compromisos no vinculantes por parte de estados que desde 1992 vienen eludiendo e incumpliendo sus responsabilidades climáticas (por lo tanto no creíbles), aún cuando ahora sí cumplieran sus compromisos enunciados, ello no alcanzaría para contener el caos climático y civilizatorio en ciernes.
3.     No existe ningún mecanismo de auditoría para realizar el seguimiento del cumplimiento o incumplimiento de los estados de las metas comprometidas.
4.     No existe ningún mecanismo de sanción, ningún tribunal climático internacional para juzgar y castigar los incumplimientos y la inconducta climática. La justicia climática y ambiental clama por la constitución de un Tribunal Penal de delitos ambientales.
Estos señalamientos, en un corto artículo, deben alcanzar para demostrar que la COP 21, la propia Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), se han convertido en una verdadera asociación ilegítima de estados, completamente cooptados por las corporaciones transnacionales, para mentir descaradamente y prorrogar la impunidad de los mismos y la continuidad de la destrucción climática y ambiental en beneficio de la lógica corporativa de maximización de la ganancia y reproducción del capital.
Una lógica impersonal, irresponsable y diabólica (resignificando metáforas, el “demonio” en el capitalismo es esto: una lógica abstracta y sin rostro, que se encarna en los “endemoniados”; las corporaciones, los CEO de las mismas, los accionistas, los medios, los partidos y gobiernos, y en el “sentido común” y la cultura consumista hegemónica, en la que el ideal de “felicidad” se mide por el tener).
No alcanzaron las centenas o miles de advertencias científicas, desde el propio panel internacional de miles de expertos nucleados por NNUU (IPCC); universidades y centros académicos de prestigio mundial . No alcanzaron las centenas o miles de acciones de la sociedad civil, desde hace muchos años e incrementadas en los meses previos a la COP21; no alcanzó la magnífica, profunda, amorosa pero severa encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco, ni otros múltiples documentos de casi todos los líderes religiosos y los documentos y exhortaciones interreligiosas. No alcanzan ya las palabras pronunciadas y escritas por millones, ni tampoco la mera expresión de denuncia e indignación. El capitalismo no escucha ni atiende razones, es ciego e insensible al futuro, incluso al propio.
Es hora de entrar con el látigo para expulsar a los mercaderes del templo planetario. Es hora de que los pueblos se movilicen de manera tal, que los decisores políticos les teman más a ellos que a las transnacionales. Que los Obama teman más el tronar de sus pueblos sublevados, que a sus lobbies petroleros y sus paleo republicanos en el congreso.
Para cambiar el sistema y salvar el clima, el planeta y la humanidad, deberemos, dolorosa pero inevitablemente, estar a la altura del verso de Joan Manuel Serrat (“Padre”), y adecuar el repertorio de nuestras resistencias.

*Ex diputado (2011-2015) y Presidente de la Comisión Especial sobre Cambio Climático de la Legislatura de la C.A.B.A. (contacto: pablobergel2@gmail.com; 1535886827)


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