ANDALGALÁ,
LA MALARTIC
SUDAMERICANA?
Salvando algunas distancias Malartic en
el Quebec canadiense, es la lamentable y dolorosa historia de poblaciones
pequeñas o medianas que careciendo de peso político y/o económico en los ámbitos
nacionales, se ven abandonadas a su suerte cuando los intereses de los grandes y
poderosos consorcios mineros internacionales fijan su mirada sobre los
territorios donde pretenden instalarse y donde miles de residentes que eligieron
ese sitio para vivir y desarrollar sus diarias actividades, deben renunciar a
ello por imperio de circunstancias ajenas a la voluntad
propia.
Malartic era un poblado de 3600 habitantes ubicado en
la región de Abatibi una de las 17 zonas administrativas que conforman el Quebec
y distante 600 kms. de Montreal.
La población comenzó a crecer allá por los años 30
del siglo pasado cuando la mina emplazada en el lugar fue abandonada luego de la
extracción de 8,7 millones de onzas de oro considerándose, con ello, que sus
reservas habían sido agotadas. El pueblo se extendió con la llegada y radicación
de nuevas familias que veían en Malartic el lugar ideal para desarrollar sus
respectivas actividades. Sin embargo, el incremento extraordinario del precio de
la onza de oro, en el mercado internacional, alcanzando valores de U$S 900.- la
onza, viabilizaron nuevas prospecciones sobre el viejo yacimiento dando por
resultado la aparición de reservas medidas del orden de 8,4 millones de onzas,
Osisko una empresa minera de capitales sólidos realizó la pertinente evaluación
desde el 2006 haciéndose cargo de la concesión a partir de agosto de 2008 e
iniciando esta nueva etapa de explotación en el 2010 con el concurso de 600
operarios.
No hubo una férrea oposición de parte de los
pobladores al emprendimiento minero y de a poco fueron vendiendo a Osisko sus
propiedades, solo una veintena se opuso a la instalación, pero la irrelevancia
del número y la indiferencia del resto por la cuestión ambiental facilitó el
arrasamiento empresarial con el empecinamiento de unos
pocos.
La empresa prevée para la finalización de sus
trabajos dejar un open pit de 2 kms. de diámetro y 800 mts. de
profundidad.
Envalentonados con este afianzamiento productivo y
económico, desembarcaron en la provincia de La Rioja, más
precisamente en el Famatina, donde la decidida defensa del cerro y sus recursos,
por cuenta de la gente, dio por tierra con las pretensiones foráneas. Aquí quedó
demostrado como la unidad y lucha de los lugareños, es capaz de desalentar
ambiciosos proyectos contrapuestos a la cuestión ambiental y los intereses
regionales, más, cuando se tienen fundamentos sólidos para su
preservación.
El título del epígrafe, hace referencia a Andalgalá
por ser, en la actualidad, la más vulnerable y la más castigada por las
actividades y proyectos de la megaminería radicados en las cercanías: con Minera
Alumbrera Ltda. muy próxima a su cierre; con Agua Rica, Filo Colorado y Cerro
Atajo en la vertiente sudoccidental del Aconquija con afectación de las fuentes
de agua de las que se proveen Andalgalá, Chaquiago, Potrero, Choya, etc; con el
Bajo del Durazno y otros prospectos en la zona de influencia del YMAD
–Yacimientos Mineros Agua de Dionisio y como si todo lo anterior significara
poco o nada, se ha solicitado un cateo denominado Pilciao 16 que abarca la
totalidad del suelo de la ciudad y cuya explotación, de ponerse en marcha, de
manera directa, obligaría a los pobladores, a buscar nuevos horizontes, similar
a lo ocurrido en Malartic. Si bien hay diferencias entre una y otra, en esta
última se conocía de antemano la existencia de un emprendimiento minero, aunque
con visos de agotamiento, mientras Andalgalá, la tercera ciudad de Catamarca y
una de las más antiguas de la provincia, desconocía la existencia de recursos
valiosos en su subsuelo, además, el desarrollo de esta ciudad estuvo cifrado en
la economía regional y la minería nunca representó una preocupación pueblerina
que recién hace eclosión en la década del 90 del siglo pasado cuando la fiebre
de la minería invade Argentina y provoca desagradables despertares en
poblaciones tranquilas de costumbres ancestrales donde el buen vivir estuvo,
siempre, representado por el aire puro, el agua sana, los deliciosos frutos de
la tierra y las reparadoras siestas a la sombra de los frescos parrales donde
solo el murmullo de las acequias interrumpe la monotonía del
silencio.
Carlos A. Seara
Geólogo
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